martes, 12 de noviembre de 2013

Libros. Amén.

Siento el aire que sopla el pasar de sus delicadas hojas; los más contienen sabiduría, muchos albergan mundos lejanos y remotos, otros tantos me consuelan mientras leo historias imperdibles, relatos que trascienden los años y los siglos. Bien podría ser ahora, bien pudo ser hace mil años y bien podría ser en dos milenios. Unos cuantos fueron escritos con el expreso objetivo de entretener, o como yo digo, fueron libros escritos para el cine. Y como en todo, todos tienen sus fervientes fanaticadas. ¿Y Yo? Me alegra saber que sin importar los adelantos tecnológicos, siempre podré leer un buen relato.

Desde mi particular trinchera, mis aventuras lectoras comenzaron con historias caballerescas, castillos, asedios, dinosaurios y magia. Sí, soy un hijo de Rowling. Así como en su época existió una generación aficionada a Dumas, o ¿cómo no?, una generación que creció con los apasionantes relatos de Verne. Todos estos autores han buscado entretener, y lo han logrado  tanto que sus historias han trascendido las barreras naturales e históricas de la sociedad. Siempre son un buen acercamiento a las letras.

Claro, hay quien repudia las novelas de aventura, por considerarlas banales –yo no comparto este pensamiento, pues en ellas muchas veces encuentras los valores que la escuela y la familia han dejado olvidados. Honor, lealtad, coraje y tantos más son ahora cosas de los libros y de sus amantes – y deciden que su lectura será algo más “elevada”. Así es como entran a la historia literaria tantos filósofos como ustedes puedan recordar. Pero aquí hay un punto que quiero realzar: ninguna lectura es mala, sólo aguarda al lector adecuado.

Entonces, ¿Por qué cada que voy a la calle de Donceles, en el centro de la Ciudad de México, me encuentro con tantos libros abandonados, a la espera de que un nuevo lector se apiade de ellos y los salve? ¿Por qué México está entre los países menos lectores del mundo con apenas libro y medio leído al año?

Respuestas hay muchas, falta de hábito, falta de tiempo, falta de interés, falta de dinero, o todas juntas, o como mencionó el organizador de la Feria del Libro Infantil y Juvenil que está esta semana aquí en la Ciudad, la lectura que hacen los mexicanos es meramente utilitaria. Leo porque lo necesito. Si soy estudiante, tengo que leer el libro para aprobar; si soy trabajador, tengo que leer el manual para poder realizar mi chamba, y así un largo etcétera. Y la lectura utilitaria, como todo aquello que se realiza por obligación, acaba, a la larga, por ser aborrecida.

No pretendo encontrar el hilo negro con el siguiente comentario, ni tampoco pretendo adoctrinar a quienes leen mis publicaciones, pues queda claro que no leen por utilidad el blog de su servidor, pero la lectura se inculca desde abajo. Así como yo comencé, hace ya varios ayeres, con dinosaurios, caballeros y magos, los niños de hoy pueden comenzar – si así lo desean – con una valiente mujer que se convierte en símbolo de la rebelión en su país natal y que tiene un nombre tan extraño que parece de hombre, o con cualquier otro héroe literario actual. Es la decisión del niño, pero es el empuje del padre y la madre el que ayudará a que el niño se enamore del libro. Porque no lo dudo ni un segundo. Persona que lee desde pequeña, se enamora de las letras. Por eso y más, libros, amén.


Hasta la próxima semana y feliz Primer Día Nacional del Libro.