miércoles, 11 de diciembre de 2013

Esterilización uzbeka. Un pequeño reportaje desde el otro lado del mundo.

El nombre de Uzbekistán no dice mucho en el continente americano. Sólo algunos saben que es una de las naciones que surgieron tras la disolución de la antigua Unión Soviética. Y sin embargo es de ahí, de esta tierra lejana y desconocida, de donde salen unas historias macabras. Historias de esterilizaciones forzosas.

“En Uzbekistán, todas las mujeres en edad reproductiva que hayan tenido dos hijos o más son víctimas potenciales del programa [de esterilización llevado a cabo por el gobierno de Islam Karimov]. Las mujeres de los bajos estratos sociales y de las minorías étnicas son las principales afectadas”, escribe Natalia Antelava, periodista que trabaja para la BBC y originaria de Georgia, en su introducción al reportaje “Forced sterilization of women in Uzbekistan”, publicado en octubre de este año.

El año pasado Antelava ganó el premio Foreign Press, entre otros, por su reportaje sobre este tema, que ha surgido a la luz en años recientes debido a las historias que doctores, mujeres e incluso policías uzbekos han difundido. Explica la periodista de la BBC que aquellos quienes han tenido el coraje de hablar creen que el programa esterilizador fue creado por el presidente Karimov, como un intento para controlar el índice de población de la antigua nación soviética.

Cabe mencionar que acorde a diversas organizaciones de derechos humanos, el presidente Islam Karimov es uno de los más despóticos en la actualidad. Existen reportes que gente practicante de la religión cristiana es multada por tener la Biblia en su hogar, así como de periodistas, escritores y figuras de oposición que son torturados y desaparecidos por el gobierno uzbeko, como asegura Steve Swerdlow, investigador en Asia Central para Humans Right Watch.

Algo similar le ocurrió a Antelava, quien fue deportada del país el año pasado, poco antes de que la BBC sacara al aire su reportaje sobre la esterilización de mujeres.

En una de las historias que la periodista conoció, se explica la historia de “Shahida”, una mujer que tenía dos hijos, y durante una revisión de rutina su ginecólogo le recomendó hacerse una operación quirúrgica de esterilización voluntaria (VVS, por sus siglas en inglés) y le mintió diciéndole que era reversible. Ella aceptó. Meses después sus dos hijos murieron en un accidente automovilístico, su matrimonio terminó, ella se casó de nuevo y pidió que se le deshiciera la operación para formar una nueva familia, y como esto fue imposible, su nuevo esposo la dejó. Ella se suicidó poco después.

Otro caso es el de una mujer de la población de Oltinkul. Ella fue esterilizada sin su previo consentimiento, tras dar a luz a su tercer hijo. Relató que tras las labores de parto ella quedó inconsciente y mientras despertaba, los médicos le esterilizaron. “¿Por qué me dejaron inválida?”, pregunta, “yo quería tener más hijos”, comentó a la periodista georgiana.

Los primeros reportes de esterilizaciones en Uzbekistán comenzaron en 1999, y aunque programas de este tipo no son exclusivos del país centroasiático, lo que sobresale de él es que, como explica Antelava, el gobierno uzbeko niega su existencia, lo que complica conocer el número exacto de casos de esterilización que se han realizado desde que el programa comenzara hace ya casi quince años.

Éstas son sólo dos historias de las muchas que abundan no sólo en el territorio uzbeko, sino probablemente en el mundo entero. El control de población no es una mala idea, sin embargo, que se haga sin el consentimiento de las mujeres u hombres es un acto cruel y criminal. El trabajo de Antelava merece todo el reconocimiento, y sin embargo se habría de investigar más en el resto del mundo, buscar casos similares. 

Hasta la próxima semana.


martes, 12 de noviembre de 2013

Libros. Amén.

Siento el aire que sopla el pasar de sus delicadas hojas; los más contienen sabiduría, muchos albergan mundos lejanos y remotos, otros tantos me consuelan mientras leo historias imperdibles, relatos que trascienden los años y los siglos. Bien podría ser ahora, bien pudo ser hace mil años y bien podría ser en dos milenios. Unos cuantos fueron escritos con el expreso objetivo de entretener, o como yo digo, fueron libros escritos para el cine. Y como en todo, todos tienen sus fervientes fanaticadas. ¿Y Yo? Me alegra saber que sin importar los adelantos tecnológicos, siempre podré leer un buen relato.

Desde mi particular trinchera, mis aventuras lectoras comenzaron con historias caballerescas, castillos, asedios, dinosaurios y magia. Sí, soy un hijo de Rowling. Así como en su época existió una generación aficionada a Dumas, o ¿cómo no?, una generación que creció con los apasionantes relatos de Verne. Todos estos autores han buscado entretener, y lo han logrado  tanto que sus historias han trascendido las barreras naturales e históricas de la sociedad. Siempre son un buen acercamiento a las letras.

Claro, hay quien repudia las novelas de aventura, por considerarlas banales –yo no comparto este pensamiento, pues en ellas muchas veces encuentras los valores que la escuela y la familia han dejado olvidados. Honor, lealtad, coraje y tantos más son ahora cosas de los libros y de sus amantes – y deciden que su lectura será algo más “elevada”. Así es como entran a la historia literaria tantos filósofos como ustedes puedan recordar. Pero aquí hay un punto que quiero realzar: ninguna lectura es mala, sólo aguarda al lector adecuado.

Entonces, ¿Por qué cada que voy a la calle de Donceles, en el centro de la Ciudad de México, me encuentro con tantos libros abandonados, a la espera de que un nuevo lector se apiade de ellos y los salve? ¿Por qué México está entre los países menos lectores del mundo con apenas libro y medio leído al año?

Respuestas hay muchas, falta de hábito, falta de tiempo, falta de interés, falta de dinero, o todas juntas, o como mencionó el organizador de la Feria del Libro Infantil y Juvenil que está esta semana aquí en la Ciudad, la lectura que hacen los mexicanos es meramente utilitaria. Leo porque lo necesito. Si soy estudiante, tengo que leer el libro para aprobar; si soy trabajador, tengo que leer el manual para poder realizar mi chamba, y así un largo etcétera. Y la lectura utilitaria, como todo aquello que se realiza por obligación, acaba, a la larga, por ser aborrecida.

No pretendo encontrar el hilo negro con el siguiente comentario, ni tampoco pretendo adoctrinar a quienes leen mis publicaciones, pues queda claro que no leen por utilidad el blog de su servidor, pero la lectura se inculca desde abajo. Así como yo comencé, hace ya varios ayeres, con dinosaurios, caballeros y magos, los niños de hoy pueden comenzar – si así lo desean – con una valiente mujer que se convierte en símbolo de la rebelión en su país natal y que tiene un nombre tan extraño que parece de hombre, o con cualquier otro héroe literario actual. Es la decisión del niño, pero es el empuje del padre y la madre el que ayudará a que el niño se enamore del libro. Porque no lo dudo ni un segundo. Persona que lee desde pequeña, se enamora de las letras. Por eso y más, libros, amén.


Hasta la próxima semana y feliz Primer Día Nacional del Libro. 

sábado, 26 de octubre de 2013

Dispara, yo ya estoy muerto.

Ya es domingo y haré dos cosas que no hago muy a menudo. Publicar algo hoy en nuestro día de descanso y que ese “algo” sea, más que una crítica, una recomendación literaria. Y es que hace unas horas acabé de leer “Dispara, yo ya estoy muerto” de la periodista y escritora española, Julia Navarro. ¿Y saben qué? Me pongo de pie y le aplaudo.

No es un thriller que te mantenga sentado al borde de la silla y a punto de darte un guamazo ya sea porque te caigas de la silla o porque te sorprenda con un giro inesperado. Mucho menos es uno de esos romances tarados que ahora emocionan a la juventud y hasta los tienen con los nervios de punta por saber qué actor representará a X personaje. No. Es una historia de muchas historias. Recorre desde finales del siglo XIX hasta 1948 y, al menos yo, leí, crecí y viví con la familia Zucker y la familia Ziad.

Por partes parece un libro de propaganda judía, por partes parece un libro que sucintamente apoya a los palestinos; y pese a ser una historia cuyo final – histórico – ya conocemos y vemos a diario, la humanidad con la que Navarro retrata a las tres generaciones que habitan en sus páginas es sublime.

Tres generaciones que, aparte de hacerte vivir con ellos, te hacen viajar desde la Rusia Imperial y San Petersburgo hasta Jerusalén y Tel-Aviv pasando por Madrid, el París de la Belle Époque, Toledo y las bombardeadas ciudades de Londres y Berlín.

 No sólo eso. Navarro te lleva del gobierno zarista al burdo socialismo que asesinó acorde a sus creencias, o sea, sin distinción social; de la vida cosmopolita y superflua de Europa Occidental, al choque cultural que supuso la migración de judíos europeos a Medio Oriente durante el siglo XX. De la amistad bienintencionada al odio inevitable. De guerra en guerra, sólo cambiando de escenario.

Los invito a leer esta novela que tanto me ha gustado, son sólo 905 hojas, ni más ni menos, pero están tan bien relatadas, tan bien escritas que fluyen por tus manos como la historia que fluye entre sus párrafos. Aparte de que, a mi parecer, tiene el mejor inicio que he leído desde aquellas famosas primeras palabras de “En un lugar de la Mancha…”. He aquí ese primer párrafo:

“Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando”. Hasta la próxima semana.


martes, 15 de octubre de 2013

La Edad Media, en el siglo XXI.

Leo las noticias. Van cincuenta degollados en el estado de Michoacán. Un grupo de narcotraficantes amenazó con que serían trescientos. Leo los comentarios latinoamericanos: “Dios es grande, Jesús es la salvación, pecadores, ¡Morirán!”. Veo lo que sucede en gran parte del territorio mexicano: Pueblos que ya armaron su autodefensa, otros que decidieron liberarse del yugo capitalista y crean su propia moneda, y otros más que son casi territorios perdidos a manos de la delincuencia organizada. Parecen feudos. Señores, México, y quizás buena parte de Latinoamérica vive en la Edad Media.

Sí, tenemos todo el avance tecnológico que nos ha llegado de las grandes potencias que ya tuvieron su revolución industrial y que llevan fuera del Medioevo por más de quinientos años. Sí, parece que sólo estamos unos pasos atrás de aquellos países avanzados. Pero cultural y humanísticamente hablando, no estamos atrás por unos años, ¡Estamos atrás por siglos!

No sabemos lo que es la democracia y vivimos en un régimen hereditario en el que los hijos no son naturales pero si políticos. En cuestiones de trabajo, lo único que separa a los obreros del siglo XXI de los esclavos y siervos de los feudos europeos del siglo XII es un tecnicismo. De facto ya no existe la esclavitud, pero la realidad es que ya no existe porque a los feudatarios no les convenía tener que mantener a sus siervos. Es más fácil darles unas monedas y que ellos se las arreglen, que tener que darles cobijo bajo propio techo.

Vivimos bajo los principios religiosos y morales que impone una iglesia por demás caduca. Pero, al igual que en la Edad Media europea, estos principios religiosos son sólo una fachada porque mientras el narcotraficante reza piadosamente el perdón de todos sus pecados recuerda el asesinato que cometió la semana pasada, o la orden de su jefe de colgar de un puente a un pobre hombre, como escarmiento para todo aquel que quiera sentirse más.

Combaten por territorios, ciudades y pueblos a los que dominar y poco les importa lo que los aldeanos de dichos lugares puedan pensar. Cobran dinero por una “protección” que nadie quiere, el derecho de piso. Resguardan sus terrenos y son capaces de enfrascarse en una lucha sangrienta con tal de no permitir el avance del enemigo. Sólo les hace falta el arco, la espada y caballería para que puedan hacer una escena estilo la batalla de Agincourt, o la del puente de Stanford. Y, cómo olvidar, el pueblo arma motines contra sus delincuentes e intenta quemarlos vivos o cuando menos, lincharlos.

Pero, quizás lo más preocupante es que la mayoría de las naciones latinoamericanas apenas están cumpliendo los doscientos años de independencia. La Edad Media en Europa duró poco más de un milenio, del 476 año de la caída de Roma al 1492, año en que, sí, Colón descubriera, y quizás, pasara la estafeta, a América.


Hasta la próxima semana. 

viernes, 27 de septiembre de 2013

¡Feliz 192 aniversario!

¡Qué ondeen las banderas! ¡Qué el pueblo celebre! ¡Qué los presidentes exclamen a su pueblo ¡Viva!! Felicidades al antiguo Virreinato de la Nueva España, es decir, el actual México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y los ahora territorios de Estados Unidos, California, Nuevo México, Texas, Arizona, Nevada y partes de Utah y Colorado. Hoy hace 192 años consiguieron su independencia de la Corona Española. No era el plan original, pero lo consiguieron.

La mayoría de los mexicanos lo aprendimos en la primaria y lo recordamos – que es lo peor – y sin embargo no lo razonamos; “el veintisiete de septiembre de mil ochocientos veintiuno entró el Ejército Trigarante, comandado por Agustín de Iturbide a la Ciudad de México y consumó la independencia de la Nueva España”. Es más, casi lo puedo recitar con el sonsonete de niño de ocho años.

Después de una década de desestabilización social no sólo aquí sino también en España y en todo el continente hispanoamericano, Agustín de Iturbide, Vicente Guerrero y Juan O’Donojú, último virrey en estas tierras, llegaron a un acuerdo, y el 24 de agosto firmaron, en Córdoba, Veracruz, el Tratado con el cual se reconoció la Independencia del Imperio Mexicano. Sí, Imperio y sí, independiente. ¿Pero, a quién se le ofreció la corona de la recién estrenada nación?

Cito a Alfredo Ávila y a Luis Jáuregui, que en su capítulo “La disolución de la Monarquía Hispánica y el proceso de Independencia” en el libro del Colmex “Nueva Historia General de México” comentan “La corona se ofreció a Fernando VII o a algún miembro de su familia, aunque se reservaba a las Cortes Constituyentes que habrían de reunirse la decisión de elegir emperador en caso de que ningún Borbón aceptara”. Así que, como mencioné antes, no era el plan per se conseguir la independencia de la Corona Española, sin embargo, lo consiguieron.

 Poco tiempo después comenzó el primer Imperio Mexicano, que viviría un ínfimo lapso, pues el 19 de marzo de 1823 se vio obligado a abdicar, luego de que el congreso y el ejército –entre ellos Santa Anna que ya empezaba a figurar en la historia mexicana del siglo XIX – promulgaran el Plan de Casa Mata. El emperador se exilió y salió del país el 11 de mayo del mismo año en la fragata inglesa “Rowllings”.

Un año después –sin saber que de regresar al país sería fusilado – Iturbide volvió y lo pasaron por las armas el día 19 de julio. Sus descendientes aún viven en la ciudad australiana de Perth y al menos de facto son reconocidos por algunos estados, como El Vaticano, como la Familia Real Mexicana, los Götzen Iturbide Franceschi.

Y así como la familia de quien consiguiera la Independencia de México y Centroamérica está en el exilio, en el exilio está nuestra memoria histórica y tachamos a Iturbide de villano, así como a Díaz y a Maximiliano. En cambio a Juárez lo enaltecemos como héroe sólo porque tuvo la fortuna de morirse antes de convertirse en el malo (sí, cité al segundo filme de la última trilogía de Batman).

El otro día un profesor mencionó que no existe una historia “oficial”. Difiero, sí existe una. La que el régimen vigente desde la década de 1930 nos ha enseñado a los mexicanos y que consiste en ennoblecer, llevar a la gloria, magnificar a hombres como Hidalgo, Juárez y Cuauhtémoc; y hacernos odiar lo norteamericano, los imperios y sobre todo, lo español. Favorecen uno de nuestros orígenes en desprecio del otro. Y bueno, entre estas víctimas de nuestro gobierno, está quien verdaderamente proclamara la Independencia de los Estados Unidos Mexicanos. Así que, ¡Viva México!... ¿Viva?

Hasta la próxima semana.


Nota: Me es indiferente que argumenten que fue Porfirio Díaz quien movió la celebración de Independencia del 16 al 15 para hacerla coincidir con su cumpleaños. ¿Por qué? Porque Iturbide decidió entrar a la Ciudad de México el día de su cumpleaños, sí, el 27 de agosto. Así que, sea como sea, nuestras celebraciones se darán en los natalicios de dos de nuestros grandes personajes históricos. Uno de ellos, para mí, el mayor. 

martes, 17 de septiembre de 2013

¿Viva México?

Acaban de pasar las fiestas patrias; dos días en los que dejamos de lado todos los problemas cotidianos y nos unimos al grito nacionalista de ¡Viva México! Fiesta, tequila, cuetes, pozole, bandera tricolor, sombreros y fuegos artificiales, como artificiales fueron los gritos de Peña Nieto desde el balcón presidencial en el Zócalo de la Ciudad de México y toda la gente que le acompañó, por un lunch y un viaje todo pagado a la capital.

Y ahora, un día después (o tal vez dos o tres, depende cuando lean la entrada) parece adecuado hacer un recuento de los daños; los sitios por los que nuestro hermoso país se desangra. Sí, se desangra. El presente de la nación americana que está violentada a niveles insospechados.

En el curso de menos un año del retorno príista a Los Pinos van casi –si no es que ya – catorce mil muertos por la violencia organizada, o sea, narcotráfico. Y sí a esta nueva cifra le agregamos los muertos del sexenio pasado, el de Felipe Calderon (FeCal para los cuates), que fueron aproximadamente ochenta mil, tenemos con que en siete años llegamos, fácilmente, a los cien mil decesos por causa de una “guerra” perdida de antemano. Sólo ciertos países de Medio Oriente nos ganan, y porque ellos –oficialmente – sí están en guerra.

Hay que agregar, también, que el país se convulsiona en tantas otras materias. Comencemos por la lucha, tan mediatizada y vituperada, de los profesores que, a capa y espada, se defienden de una reforma laboral disfrazada de educativa. Así que ¡Malditos huevones, a trabajar que no dejan a los diputados y senadores robarles tranquilamente, o sea, no frieguen! No me malentiendan, realmente necesitamos una reforma educativa, una que evalúe a los profesores y mejore al cimiento más importante, la educación, pero ésta que ya les impusieron no es ni por encima lo que debería ser.

Acto seguido, y muy campantemente, vienen otras dos reformas a dar mucho de qué hablar, la hacendaria y la energética; ambas, y para no perder la costumbre, han sido muy idealizadas en la radio y la televisión. Por no hablar de los periódicos. Por lo tanto, si países como Noruega, Cuba y China han hecho reformas energéticas, ¿por qué nosotros no? ¡El petróleo seguirá siendo nuestro! Las ganancias no… Y hablando de ganancias, ¡Pagarán más los que ganan más! Y si tienes una mascota prepárate para pagar IVA por su alimento porque, tú, dueño de la mascota, eres pudiente. Que pronto será pudriente, porque entre IVA a las colegiaturas e IVA  a tantas otras cosas más, seguro te pudres en deudas. 

¿Qué les digo de nuestras Telecomunicaciones? Vivimos en un país de telenovelas gobernado por un “presidente de telenovela” (sabias palabras de un argentino que conocí en el verano) al que le importa de sobremanera conocer el desenlace de “Pasiones en juego” (¿existe?), y le vale un comino leer un libro en todo el año. ¡Uno solo! Conclusión: ¡Veamos la Rosa de Guadalupe, escuchemos el Panda Show y ataquémonos a carcajadas con las idioteces del Yayo Gutiérrez! Algunos preguntan ¿Dónde quedó la labor educativa y humanista de los medios de comunicación en México?, yo pregunto ¿Alguna vez existió?

Así es el México actual, entre policías comunitarias hechas para combatir al narcotráfico y las policías corruptas; entre habitar en uno de los países más peligrosos para periodistas (con setenta y cinco muertos desde 2000);  en medio de desastre natural en el estado de Guerrero, con más de un millón de afectados y todo el puerto de Acapulco en estado de emergencia; y con una economía tambaleante que depende de otra economía tan volátil que necesita una guerra para restablecerse, la de los Estados Unidos. Así que, díganme, ¿Viva México?


Hasta la próxima semana. 

martes, 10 de septiembre de 2013

Escándalo en la Casa Blanca.

Sigo pegado al asunto de Siria. Y ahora tomo como referencia el título de una película norteamericana que vi en la semana y que me parece adecuada comentarla acorde a lo que sucede ahora en el país árabe. Así que, gracias a Dustin Hoffman, Robert De Niro, Willie Nelson y Kirsten Dunst por hacerme reír un rato, pero al mismo tiempo, hacerme pensar horrores.

La trama, para aquellos que no la hayan visto (véanla si pueden), sin caer en un spoiler alert, o sea, contarles más de lo que debería, es la siguiente. El presidente norteamericano se ve inmiscuido en un escándalo mayor y para evitar su caída estrepitosa, un agente gubernamental, encargado en manejo de crisis, y un productor de Hollywood, crean una falsa guerra con un país desconocido para llamar la atención de los medios norteamericanos y así dejar de lado el escándalo presidencial. Quién, qué, cómo, cuándo y otras preguntas importantes (como ¿qué carajos tiene que ver en todo esto una adolescente Kirsten Dunst, o el cantante de country, Nelson?) se los dejo de tarea a ustedes.

Ahora, a lo que voy.  Leía en los pasados días una nota publicada por la agencia de noticias RT, en la que escribían, con base en la entrevista realizada por la estación de radio rusa Vesti FM al periodista sirio Abbas Dzhuma, que gran parte de las tomas mostradas en el mundo acerca de la guerra en Siria eran un montaje bien fabricado al estilo hollywoodense en un país árabe pro occidental, Qatar. Así como lo leen, muchas tomas de Damasco y Alepo, e incluso las que acaban de salir en las que se ve a muchos sirios en sufrimiento por un supuesto ataque químico fueron montadas en algún lugar del diminuto país árabe. O eso dice el periodista especializado en noticias internacionales.

 Esto no significa que no haya un conflicto en Siria, que quede claro. No es como que todo lo que estamos viendo a diario en la televisión o en internet es un gran montaje y los sirios se la viven de fiesta a diario y allá ni una mosca muere fuera de lo previsto. Las cosas en el país aún gobernado por Al Assad son graves.

Lo que sí podría ser cierto es que – retomo la película, que en ingles se llama “Wag the dog” – en busca de la aprobación general para iniciar una guerra en tierra árabe, la presidencia norteamericana, con el apoyo de muchas otras presidencias y/o empresas interesadas en el conflicto bélico, podría fácilmente falsificar tomas que justificasen la invasión. Ya sé que esto suena a la misma historia de que los estadunidenses derrumbaron sus propias torres gemelas, pero, cuando hay millones de dólares en juego, miles de vidas no valen nada. En la guerra eso queda claro.

“Los síntomas que muestran las víctimas del video no son los que provoca normalmente el gas tóxico sarín” comentó Dzhuma en la entrevista que mencioné. También explica que: “incluso dudo de que verdaderamente se filmaran en Siria”, pues recuerda que “el 80% de los videos que teóricamente se filman en Siria, en realidad se ruedan en “el Hollywood de Qatar”.

Están en la búsqueda incesante de la aprobación general para una invasión que tilda de violadora de los estatutos de la ONU. Y en su búsqueda frenética ya tienen la propaganda adecuada, los videos necesarios, las imágenes (que valen más que mil palabras) que muestran el horror de una Siria diezmada por Al Assad. O eso dicen. Y como buenos “occidentales” que somos, la mayor parte del tiempo sólo logramos escuchar su versión de la historia. Siempre escuchamos la explicación del poderoso, tanto que, hasta hoy, treinta y tres ya tomaron partido por los Estados Unidos y exigen que se castigue al régimen sirio por su crimen contra la humanidad.

Así que, ya sean Siria, los maestros, o las policías comunitarias, que sí tienen voz pero no poderosa, y por tanto no es escuchada, o ya sean los animales, el agua y la Tierra, que no tienen ni voz ni quien los pueda defender, siempre nos creemos la historia del que tiene el dinero para crear una película que defienda sus intereses; una filmación que justifique lo injustificable.


Hasta la próxima semana.

martes, 3 de septiembre de 2013

Imagen en crisis: Cerca del knock-out contra Obama.

El 21 de agosto del año en curso más de mil personas murieron después de que alguien perpetrará un ataque con armas químicas contra la población civil allá en Damasco, capital de Siria. Todos, absolutamente todos se acusaron mutuamente. Algo así como el juego de la papa caliente. Al-Assad acusó a la oposición, la oposición acusó a Al-Assad. Estados Unidos y “Occidente” demandaron respuestas al régimen, Rusia y “Oriente” defendieron al presidente sirio. El caso es que el mundo se puso a un paso de la guerra. ¿Y ahora? Bueno, pues Obama busca una guerra que no le conviene, con aliados impensables y su imagen no está en su mejor momento. Veamos un “panorama”.

Reino Unido – principal aliado norteamericano – se bajó del tren, después de que el Parlamento británico  rechazara el plan del primer ministro, Cameron, y tomó la decisión de esperar al informe de la ONU; la población estadunidense ya no se cree el cuento de defender la democracia mundial. Ya lo creyeron dos veces, en Afganistán e Irak; y por último, la OTAN, organización que el año pasado fuera la que tomara la acción conjunta contra Libia y el régimen de Gadafi , asumió su postura. Rasmussen, ex ministro danés y secretario general de la OTAN, dijo que respetarán las decisiones individuales de cada nación perteneciente al grupo pero que la organización no prevé un papel adicional en Siria.

Y la trama se complica. Obama, premio Nobel de la Paz, tiene que encontrar la justificación perfecta – que no viole los decretos de la ONU respecto a los actos de guerra autorizados – para poder declarar la guerra en contra de su peor enemigo, que en este momento es el gobierno sirio. Y como en la política no hay amigo eterno ni enemigo que dure mil años, paradójicamente AlQaeda, sí, la organización “responsable” de los ataques al WTC y al Pentágono, sería aliada del presidente estadunidense. Los antiguos rivales pugnan por el mismo bando dentro del problema sirio: el Ejército Sirio Libre.

Dentro de Estados Unidos, la opinión es claramente dividida. Michael E. O’Hanlon, especialista en política exterior y asuntos militares de la Institución Brookins, comentó a la revista Proceso que, de atacar militarmente el gobierno de Obama al régimen sirio y triunfar, “Estados Unidos recobraría credibilidad”. Contrario a lo que escribió Edward N. Luttwak, investigador del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, en el diario The New York Times, explicó, palabras más palabras menos, que al vecino del norte no le conviene que triunfe ninguna facción y por lo tanto lo inteligente sería apoyar a la oposición hasta que se comience a alzar como vencedor, entonces cortarle el suministro. “De esta forma, cuatro enemigos (Irán, Siria, Hezbolá y Al Qaeda) quedarían amarrados a la guerra, imposibilitados de atacar a Estados Unidos y sus aliados” dijo. (Cita que saqué del reportaje de Témoris Grecko en Proceso de esta semana).

Así que Barack Obama se enfrenta a una crisis de imagen que no se esperó jamás. Ahora se le ve indeciso y se le cuestiona su autoridad (sí, al mismísimo presidente norteamericano, vaya usted a creer). Entre su Nobel, ahora más que cuestionado, y la reputación de su país; entre el espaldarazo de su principal aliado y de las dos organizaciones más importantes en Occidente, la ONU y la OTAN; entre saber que su poder armamentístico es mayúsculo, pero que se enfrentaría a poderosos enemigos. En palabras de Grecko, “La Guerra Fría, reeditada en clave musulmana”, en caso de darse, obviamente.


Hasta la próxima semana. 

martes, 27 de agosto de 2013

El gato y el agua.

Camina sigilosa entre la maleza selvática, confiada, pues es su sendero habitual. Conoce cada árbol, cada sonido y cada olor que emana de su hogar. Sus crías le esperan escondidas algunos kilómetros atrás; ayer cenaron leche con sabor a ciervo, y mientras piensa qué les dará de comer pasado mañana, observa con agudeza el paisaje circundante, del que presume que no hay nada que no conozca. De pronto se despeja la maleza y ella piensa “no es posible que ya haya llegado al abrevadero, todavía me falta un rato”, cuando ¡Oh sorpresa! Una gran valla de alambre se interpone en su camino, y en la alambrada hay una caseta.

-Buenos días mi querida jaguar, ¿jaguar you? – pregunta un chico vestido de azul, con garrote en mano por si el animal quiere pasarse de fiera. Y mientras el felino, con cara de no entender nada, se pregunta por donde podrá pasar a beber agua, el guardia le entrega un tríptico y con tono amigable - “para que se te olvide que estoy a punto de torcerte”, piensa – le explica que el abrevadero de toda la vida, siempre presente para animales, plantas y humanos, ahora le pertenece a unos tales “Smith and brothers Company”, o una jalada de tal calibre.

-Como verás, aquí se explica todo el plan de pago anual, para que te entreguemos una credencial a ti y a tus cachorritos y puedan todos venir a consumir de nuestra agua. Todo por el módico precio de diez ciervos al mes, que es una ganga porque a los humanos les cuesta un ojo de la cara. Para que luego no digan que no pensamos en la fauna local – le comenta, mientras la agobiada pantera se pregunta de dónde coños cazará diez ciervos al mes cuando con trabajos puede atrapar uno o dos en treinta días.

Es así como la desolada jaguar se va entre gruñidos ininteligibles para el guardia, pero que en jaguarés significan “ve y privatiza tu culo y el de los hermanos Smith” y, de regreso a su hogar va pensando si hay algún otro abrevadero, lago o río al que pueda acceder para hacer lo que ha hecho desde que nació, beber agua. Mientras recorre aquel sendero que toda su vida conoció y ahora tan extraño le parece, pasa a su lado un ciervo y ella sólo atina a observarle cabizbaja y en ese idioma que toda la naturaleza parece comprender, menos los humanos, le susurra “ahora sí ya nos jodieron compadre. ¿Y si levantamos un plantón e invitamos al oso polar, a la última familia de rinocerontes asiáticos y a tus amigos los atunes?”.

Punto y aparte. Cada que leo esta clase de noticias, que unos tarados con cuentas repletas de ceros a la derecha quieren privatizar el agua porque no es un derecho, sino un servicio por el que se debe pagar; que otros tarados – o quizás los mismos – les vale un pepino si derriten el Polo Norte con tal de extraer el petróleo que ahí hay y así salir de la crisis energética por unos diez años más; o que algún idiota decidió cargarse al último rinoceronte negro porque su cuerno valía tres putas y un mes viviendo la vida loca, o notas de ese estilo, no puedo agregar más que: Bienvenidos a la era de la estupidez global.


Hasta la próxima semana. 

martes, 20 de agosto de 2013

La hipocresía del mexicano.

Imaginen la escena: Cincuenta y siete cadetes mexicanos, marineros y futuros militares tomaban el sol en una playa polaca, Gdynia, frente al helado mar Báltico. Alrededor de ellos, trescientos polacos – hooligans acorde a los medios nacionales – comienzan a amontonarse. Y se arma la de Dios es padre. Entre sillas plegables voladoras, bañistas espantados, uno que otro celular grabando y gritos racistas (ya me imagino algo así como “malditos jardineros, borrachos y huevones”), los locales le dieron una tunda a mis coterráneos. El saldo: diecisiete mexicanos lesionados, dos polacos y un nacional detenidos y una crisis diplomática sin precedentes con el país de Woltyja.

Por supuesto, inmediatamente el gobierno mexicano, con su embajada en Varsovia y la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) pidió que se haga justicia, que se deslinde de responsabilidades y se castigue a los culpables de lo que –como lo llamó Jesús Martín Mendoza, locutor de cierto programa radiofónico ampliamente escuchado – “fue una clara agresión racista”.

Y sí, si los agresores gritaron insultos que denigraran la condición humana de los cadetes mexicanos, claro que fue una agresión racista, un hecho que no sólo sucede en Polonia, sino también en Italia cuando le gritan a Balotelli que no hay italianos negros, o en Estados Unidos, o en la misma África (sólo que ahí se invierten los papeles) y también, por supuesto, en México. Que es a lo que voy.

Por acá en mis tierras si uno entra a Twitter, es muy común ver Trending Topics de una calidad humana como #LosSalvadoreñosHuelenAMierda o #MueroDeHambreComoUnEspañol, entre otros de dicha calaña. Pero, insultar tras una computadora es quizás lo de menos, cuando año con año son maltratados, insultados, desplazados y en ocasiones hasta asesinados miles de centroamericanos que no tienen de otra más que atravesar nuestro país para llegar a los Estados Unidos.

Porque si de insultar y hacer menos a los demás se trata, los mexicanos tenemos una extraña y desafortunada habilidad. Por un lado – la voz oficial – clama que nos sentimos hermanos de sangre y de historia con el centroamericano, por el otro le hacemos todo tipo de barbaridades. También tachamos a los argentinos como creídos, hijos de toda su maíz por habernos eliminado de dos mundiales consecutivos, y sin embargo los argentinos, santafeños, que he conocido son un amor de persona. Y así puedo seguir un largo etcétera.

Y, cuando un gringo – mote despectivo contra los estadunidenses, pero que bien puede usarse contra cualquier europeo o norteamericano – empieza a tacharnos de jardineros, narcotraficantes y buenos para nada, entonces si todo mundo arma un alboroto, se despierta ese sentimiento de equidad que tan somnoliento está dentro del mexicano. ¡Cómo se atreven a hacernos menos, malditos gringos abusivos!

“No hagas lo que no quieres que te hagan”, así es como reza un famoso proverbio en español que mencionan mucho aquí en México y que sin embargo parece entrarnos por un oído y salirnos por el otro. La hipocresía mexicana, esa misma con la que actúan nuestros revolucionarios de Facebook, tiene tomada por el cogote a la población. Como platicaba el otro día, “aquí cada quien jala para su propio lado”, y mientras tanto esgrimimos una falsa sonrisa, por detrás preparamos el puñal. Pobre México, tan lejos del respeto, tan cerca de la intolerancia.

Hasta la próxima semana.





martes, 13 de agosto de 2013

Reinscripciones.

Por estos días viene el pago de reinscripción que todos los que estamos matriculados como alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México tenemos que hacer.

Para estudiar un año más en la mejor universidad del país – digan lo que digan las universidades privadas – tienes que pagar la excesiva, aberrante, desalmada, desorbitada cantidad de veinticinco centavos de peso mexicano, lo que viene siendo menos de un centavo de dólar. O sea, nada. Y sin embargo, como en todo, hay quien se queja que pagar tan brutal cantidad monetaria es un robo. Un hurto, porque la educación debe ser gratuita (lo es, pero hasta nivel preparatoria) y la Universidad es lo suficientemente competente como para crear el árbol del dinero. O pendejadas de ese calibre.

Y como bien sabemos, en todos lados siempre hay zánganos – como esos que se quejan del aumento al transporte público defendiendo su utopía socialista mientras te venden copias y tiempo de internet – dispuestos a reclamar que pagar una mínima cantidad por el bien de tu escuela, de tu Alma Mater, es un abuso de autoridad.

El problema, como bien se podrán dar cuenta, no sólo se circunscribe a la UNAM, sino que afecta a muchos otros aspectos de la vida cotidiana del mexicano. Como bien dice mi padre “están tan acostumbrados a que todo sea de a grapa que cuando les piden cooperación nadie quiere dar nada”. Por ejemplo en las escuelas primarias.

Entiendo que para eso están los impuestos y que, pese a que mucho del dinero que paga la gente termina en las carteras del alto mando roedor de nuestro país, poco afecta dar veinte pesos al mes – o ayudar con algunos trabajos sencillos, en caso de que veinte pesos realmente afecten mucho la economía familiar – para mejorar las instalaciones en las que tu hijo aprende y es educado todos los días.

El problema – claro y como siempre – tiene doble filo. Por un lado, está el desinterés que muestran los universitarios y los padres de niños en educación elemental al momento de tener que desembolsar para mejorar su aprendizaje y el lugar en el que se educan. Por el otro, está el gobierno que poco a poco durante los dos últimos sexenios (cuando menos) ha desmembrado la educación. Y, considero, que mientras no solucionemos el primero, el segundo sólo continuará y se agravará aún más.

Mientras a la gente no le interese en lo más mínimo la educación; mientras al paisano le valga un comino, o un huevo, que su hijo aprenda Historia, Español, Lógica y Química, el gobierno continuará, feliz de la vida, con sus recortes a la educación y al programa educativo, hasta que tenga un pueblo demasiado ignorante que no sepa ni cuando nació su país. Cosa que no tardará mucho en llegar. Lamentablemente.

Así que, retomando el punto original, a todos aquellos universitarios que no quieran pagar veinticinco centavos de peso, menos de un centavo de dólar, por su educación universitaria; a quienes no quieran aportar un poco a la institución que tanto les dará, en nombre de mi persona – y por los que sí están interesados en mantener y mejorar a la mejor universidad del país – pueden irse directito a la…


Hasta la próxima semana.

martes, 6 de agosto de 2013

La adicción de viajar.

Iba sentado en el asiento del copiloto en un taxi que le saldría carísimo, pero poco le importaba, pues frente a él cada esquina, cada giro, incluso cada árbol y cada sonido eran nuevos. Todo era desconocido. Estaba a kilómetros de casa y una extraña sensación de libertad se apoderó de él. Una nueva adicción, viajar.

Mientras Maurizio –el conductor del taxi – señalaba un pueblo en la distancia, de nombre Jesi, enclavado en una colina y con el campanario de la iglesia principal sobresaliendo del resto de los edificios provincianos, dentro de él un pensamiento tomaba forma. “Nunca más querré dejar de viajar, nunca más querré dejar de conocer”.

Ya fuere en su país natal o alrededor del globo, el joven del taxi más caro de la historia, se hizo una promesa frente a la campiña italiana, con las montañas de majestuoso fondo, y un nublado cielo como testigo: viajar a toda costa, pues un viaje, como aprendería a lo largo del mes, es la última universidad. Visitar otro lugar es empaparse de la gloria divina del conocimiento, es enterrar tabúes y alimentar el alma. Es vida.

Mientras se encontraba fuera de casa, aprendiendo a cada paso – literalmente –, conoció a quien consideraría como una de las personas más afortunadas del mundo. De veinticinco años, noruega y con todo para salir avante en su vida laboral, la joven conocía ya cuatro continentes, sino es que cinco, y viajaba con tanto placer que él supo enseguida que ella era una adicta.

“Me encanta alejarme de lo común, y lo último que quiero encontrar cuando viajo es gente que hable noruego” le dijo, mientras él hojeaba su libro de Lonely Planet, que hablaba de Israel. Dos o tres meses después ella iría con su novio veneciano (a quien conociera en Sofía años antes) a Jerusalén, y ya preparaba su itinerario.

Ella relataba historias de lugares que él sólo había observado en un globo terráqueo o levemente sobrepasado durante sus largas sesiones de viajes en Google Earth. Viajes a Uganda e Indonesia, cursos escolares en Islandia y semestres universitarios en Nueva York; queda claro porque él inmediatamente pensó que ella era extremadamente afortunada.

Y mientras el joven del taxi extremadamente caro conocía pequeños poblados, grandes historias y mucha cultura, otras personas llegaron para asombrarle. Una inglesa, de origen bosnio, que en auto –un par de años antes – había recorrido toda la antigua ex-Yugoslavia en un viaje familiar, o unos paraguayos que de usual se iban a las playas brasileñas y ahora viajaban por Europa en un viaje más que merecido, o una portuguesa que dos meses después estaría en Camboya realizando su servicio social, o la brasileña que probaría suerte en tierras lejanas por seis meses, y un largo etcétera…

Un largo etcétera de gente que conocería y que apenas si se imaginaba sus historias mientras él viajaba en un taxi – el más caro de la historia – de un aeropuerto pegado al mar Adriático y con destino a una pequeña colina entre el valle Potenza y el valle Chienti. Historias, gente, cultura, amistad y largos viajes que le crearían una nueva adicción, costosa como todas, pero saludable, viajar.


Hasta la próxima semana. 

martes, 30 de julio de 2013

Ignorantes acreditados.

Estábamos sentados en una de las bancas de piedra que están en torno al patio principal de la casa de La Corregidora en la ciudad de Querétaro. Mientras observábamos el antiguo hogar, con su típica construcción colonial de patios centrales, columnas y múltiples cuartos en torno a los patios, un hombre de tez morena, cabello negro que pasaba a gris, camisa roja, pantalones de mezclilla y acreditación gubernamental para ser guía de turistas nos dijo “Acérquense, la plática de la Corregidora está por comenzar”.

Nos acercamos. Sentados junto con otras diez personas, entre ellas unos cuantos niños, nos dispusimos a escuchar la plática del guía. ¿El tema? Básicamente una exaltación a la vida de una de las mujeres más importantes de la historia mexicana: Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora. Acorde a sus palabras, la ilustre “heroína” de la independencia de la Nueva España era básicamente la que manejaba los hilos de la guerra. Si hubo independencia, y si Iturbide y Guerrero llegaron a un acuerdo, fue porque la esposa de Miguel Domínguez lo permitió. Si no, ni madres.

Pongo de lado las ideas que pueda tener el señor sobre su ídolo particular, para hacer hincapié en lo que verdaderamente importa, espanta, aterroriza y preocupa. Los errores GARRAFALES – sí, con mayúscula – de su comprensión de la historia de México. Que conste que es guía acreditado, así que ¡Aguas!

Error #1: “La independencia, como saben, la inició Miguel Hidalgo Gallaga y Costilla”. Es un asunto elemental, mi querido Watson, de primaria, incluso hasta de kínder saber cómo va el nombre del cura que reconocemos como el padre de la patria. Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga y un largo etcétera.

Error #2: “La independencia se completó gracias al Abrazo de Iguala”. Primero, no se completó gracias al dichoso abrazo, sino que él fue sólo el momento que enmarcó el cese de violencia entre el ejército virreinal y el insurgente. Segundo, ¡No fue en Iguala! Fue en un poblado próximo a Iguala, llamado Acatempan.

Error #3: Acorde a nuestro bienintencionado guía, la independencia de México se dio por un factor clave. En 1821 Napoleón tenía sometida a España, mientras que Inglaterra y Alemania (definidos por él como piratas y vikingos) se unían en santa alianza para combatir al demonio de Córcega. Según el señor, todos estos factores dieron como resultado que a España dejara de interesarle la Nueva España y simplemente dejara de luchar por ella.

¿Por dónde empezar? Primero los alemanes no son vikingos, son germanos. Los vikingos – los que reconocemos como tales – fueron piratas y comerciantes provenientes de las actuales Dinamarca, Noruega y Suecia (ni siquiera un grupo étnico) que asolaron Europa desde el 793 con el saqueo del monasterio de Lindisfarne en Inglaterra y terminó en 1066 con la conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador.

Segundo, Napoleón sí invadió España, pero eso ocurrió de 1808 a 1814. De la ocupación francesa en la península ibérica nació, entre otras cosas, la Constitución de Cádiz. Napoleón cayó finalmente en la Batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815 y fue exiliado a la isla de Santa Elena el mismo año. Falleció el 5 de mayo de 1821, cuatro meses y veintidós días antes de que Iturbide entrara triunfante a la Ciudad de México, la capital de un flamante nuevo país, el Imperio Mexicano.

Error #4: Más adelante en su explicación habló de los franceses. Y dijo, palabras más, palabras menos, que los franceses habían comenzado la guerra más tonta de todas, la de los pasteles y que en ella habían sido humillados por el ejército mexicano en la Batalla de Puebla.

La Guerra de los Pasteles tuvo lugar entre 1838 y 1839 y sí, fue una guerra tonta… Como todas. Mientras que la batalla de Puebla tuvo lugar poco más de veinte años después, el 5 de mayo de 1862. ¡Ya me imagino al General Ignacio Zaragoza dándole camote a los franceses a la tierna edad de diez años!

Para colmo, cuando nuestro querido guía terminó sus divagaciones sobre la ilustre y poderosa vida de Josefa Ortiz de Domínguez, el público presente – salvo su servidor y mis padres – le aplaudió. Así que, díganme ustedes, ¿Qué es más preocupante?, ¿Que un ignorante charlatán esté acreditado como guía y tenga el descaro de contar mentiras, o que la gente sea tan ignorante que no sepa que lo que dice el hombre de enfrente son, cuando menos, barbaridades?


Hasta la próxima. 

domingo, 21 de julio de 2013

Históricas destrucciones a construcciones históricas.

Sucedió hace poco más de dos meses, más de sesenta días en los que la historia ha vivido con un nuevo hueco en el alma. Sólo puedo afirmar que lo que a continuación comentaré es falta de conciencia histórica, falta de respeto, falta de cultura, falta de inteligencia.

Resulta que, quizás algunos ya lo leyeron (y están de luto como yo desde el trece de mayo cuando salió la noticia), una constructora que realizaba proyectos de excavación para poder hacer una carretera en el vecino país de Belice, se pasó por el Arco del Triunfo todas las normas históricas y arqueológicas que hay aquí y en China y, campantemente, destruyó una pirámide. ¿Por qué? Porque le estorbaba. Pero qué huevos.

Dos mil trescientos años de historia destruidos por los tanates de algún jefe –seguramente no beliceño – que decidió que le importaba poco la historia. Como comentó Jaime Awe, director del Instituto de Arqueología de Belice, “Estas personas sabían que era una estructura antigua. Simplemente es una insolencia".

Así la pirámide de Nohmul se une a recientes destrucciones de construcciones históricas como la gigantesca estatua de Buda, de 1500 años, que dinamitaron los talibanes en Bamiyán en 2001, o la destrucción de cincuenta y dos sitios arqueológicos en Chile entre 2009 y 2012 por la realización del Rally de Dakar en aquellas tierras australes.

En México, hace ya casi medio año, tuvimos una serie de vejaciones al patrimonio histórico de la ciudad. Sí, estoy hablando de los acontecimientos del 1D. Por muy respetable que sea salir a la calle a protestar contra las injusticias electorales de nuestro país, es por lo menos aberrante ver todos los actos vandálicos que se cometieron. Vidrios rotos, edificios históricos pintarrajeados, monumentos (como el del santo patrón de México, Juárez) grafiteados. Y si fueron porros pagados por el PRI o los del 132, me vale un comino, el punto es que lo hicieron.

Si sumamos los breves ejemplos anteriores a robos históricos, como el de los ingleses a prácticamente medio mundo (digo, el Museo Británico no se llenó de pura historia inglesa), tenemos que buena parte de la historia mundial tiene enormes parches debido a nuestro fanatismo por destruir todo rastro de aquellos que nos precedieron.

Ya sea la nariz que la Esfinge perdió hace tanto tiempo  gracias a algún insubordinado de Napoleón, o el David de Miguel Ángel que, manco de su brazo original y con un restaurado dedo del pie, observa hastiado a tanto turista impresionado con él,  o las muchas piedras prehispánicas que alguna vez fueran parte de algún templo indígena y que ahora lucen enigmáticas y curiosas en iglesias y construcciones novohispanas, hay pequeños pedazos de historia que debemos respetar y conocer y ningún cabroncete que maneja una máquina excavadora tiene derecho a destruir. Nadie tiene derecho a destruir la historia.

Lo mismo ocurrió hace cerca de un mes en Perú... Y seguirá ocurriendo mientras no nos interese cuidar lo que nuestros antepasados con tanto esmero trataron de construir... 


Hasta la próxima semana. 

miércoles, 17 de julio de 2013

De plagios descarados.

En estos últimos días ha salido mucha tela que cortar en el asunto que involucra a Arturo Pérez-Reverte, escritor, español, miembro de la RAE, ídolo personal (así que disculparán la falta de ética profesional) y a un tal Antonio González-Vigil,  guionista y demandante.

El señor González-Vigil acusó al cartaginés de haberle plagiado el guión de su película “Corazones púrpura” y haberlo plasmado en otra de título “Gitano”, y tras cuatro juicios (los primeros tres salieron a favor del miembro de la RAE), el guionista logró que la Audiencia Provincial de Madrid afirmara que sí, había plagio y por lo tanto Pérez-Reverte, periodista desde la década de los setenta, con más de treinta libros publicados (ninguno acusado de plagio) y más de mil artículos originales y publicados semanalmente en varios diarios españoles, es –bajo todas las de la ley – un delincuente.

Ambos filmes tratan sobre la historia de unos gitanos y, en palabras de Pérez-Reverte: “Decir que hay plagio porque en un guión aparecen gitanos, droga, música flamenca y venganzas es como decir que en una del Oeste hay plagio porque salen un sheriff, bandidos, indios y una chica del saloon".

Pero hay que considerar (y no “olvidar” como hacen muchos medios y gente en Internet que se han dedicado a pagarle duro al escritor y periodista) que la demanda de plagio no fue únicamente contra Pérez-Reverte, sino también contra el director de la película “Gitano”, Manuel Palacios, y que entre ambos ya saldaron desde noviembre del año pasado.

La deuda que pagaron por el plagio fue de poco más de doscientos doce mil euros aunque originalmente era de ochenta mil, y subió por “un recargo equivalente a los intereses devengados” desde que inició el juicio, o sea, una buena lana inmersa en la encrucijada de retórica que hay en las leyes de todos los países.

Dejo de lado que el guionista González-Vigil se haya salido con la suya y tenga doscientos mil euros más a su cuenta bancaria, quiero hacer hincapié en el punto del plagio:

Dos historias de gitanos, setenta y siete similitudes encontradas por la Audiencia de Madrid (algunas importantes, otras circunstanciales), y personajes e historias que encuentras –varían de película a película – en casi todos los filmes: policía corrupta, un injusto encarcelamiento, traiciones amorosas y venganza de familia. Menudo plagio el de Pérez-Reverte… Digamos que también copió la historia de “Amores Perros” y “Presunto culpable” (sí, aunque la película española saliera hace diez años), etc…

Así que, en conclusión, para no hacer esto eterno, si eres un escritor afamado, traducido a una veintena de idiomas, con treinta libros publicados y una carrera periodística reconocida a nivel mundial… Ah, y miembro de la RAE, es muy posible que seas plagiador de una historia que contiene los mismos elementos hollywoodescos que casi todos los guiones de películas de acción. No importa que tres tribunales diferentes te hayan encontrado inocente, siempre el cuarto puede ser el que te declare culpable y te deje difamado ante todo el mundo, mientras que el demandante sonríe feliz y descarado, ya tiene dinero para los tragos en el bar.


Hasta la próxima semana. 

domingo, 7 de julio de 2013

Escribir y leer, historia de unos verbos tan masacrados.

El último gran bibliocidio ocurrió en 1992, mientras los aviones serbios bombardeaban la capital bosnia, Sarajevo. La biblioteca nacional de dicha ciudad, que albergaba más de tres millones de publicaciones y cerca de seis mil libros de gran antigüedad e invaluable valor, quedó destruida, y se convirtió en una víctima cultural e histórica más del último gran genocidio europeo, la guerra de Bosnia.

La palabra escrita, que perdura a la levedad del tiempo, ha sido perseguida desde que el hombre notó su peligrosidad. ¡Cuántos hombres y mujeres han muerto por escribir, publicar o leer lo que las altas esferas de poder prohíben! Y aún peor, ¡Cuánto conocimiento, cuánta bella literatura ha quedado en el olvido por no ser del gusto oligárquico!

También existen los culpables ignorantes, aquellos a los que les da un comino si lo que dice un libro, y que lo destruyen por el afán de borrar de la faz de la tierra todo aquello que represente (o crean que represente) lo que ellos odian. Hablo puntualmente de la Biblioteca Nacional de Irak, que en 2003 fue afectada por la guerra y perdió el 60% de su acervo. Junto con el Buda de Bamiyán, la biblioteca se une al legado cultural del antiquísimo territorio iraquí destruido por la falta de consciencia histórica.  

Es así como desaparecieron bibliotecas míticas como la de Alejandría, que se convirtió en cenizas en el 48 A.C., o miles de libros fueron prohibidos por la Iglesia, desde títulos novelescos como el “Lazarillo de Tormes” hasta títulos más reaccionarios (en su momento) como el “Emilio” de Rousseau. Escribir y leer eran pecados capitales, y no fue sino hasta 1966 que El Vaticano dio por terminado su Index Librorum Prohibitorum.

Y hoy en día, cuando uno quisiera pensar que por fin la escritura y la lectura tendrán un descanso después de tan cruenta persecución, no queda más que observar la infame cantidad de periodistas asesinados, de escritores amenazados, de letras censuradas. En el México de los últimos diez años, han desaparecido diecisiete periodistas y muerto ochenta, como mínimo…

Pero, sin lugar a dudas, el mayor ataque contra el verbo leer (y por consiguiente contra el verbo escribir), al menos en México, es el de la ignorancia, el del analfabetismo escudado en una supuesta educación. La gente en este país tan lleno de ignorancia no lee ni en defensa propia.

El mexicano promedio lee 2.8 libros al año, lo que significa un número bajísimo comparado contra los promedios en otros países. Es más, de una lista de 108 países proporcionada por la Unesco, México ocupa el penúltimo lugar en lectura. Vaya honor.

No queda más que guardar luto por una libertad de expresión que jamás ha existido fuera de la utopía del papel (vaya ironía), y –ahora en la época digital –, salvaguardar el conocimiento plasmado en las letras. Hay muchas formas de masacrar un libro, muchas formas de asesinar al bello rincón de las letras. La peor de ellas es ignorándolo.

Hasta la próxima semana.