martes, 13 de agosto de 2013

Reinscripciones.

Por estos días viene el pago de reinscripción que todos los que estamos matriculados como alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de México tenemos que hacer.

Para estudiar un año más en la mejor universidad del país – digan lo que digan las universidades privadas – tienes que pagar la excesiva, aberrante, desalmada, desorbitada cantidad de veinticinco centavos de peso mexicano, lo que viene siendo menos de un centavo de dólar. O sea, nada. Y sin embargo, como en todo, hay quien se queja que pagar tan brutal cantidad monetaria es un robo. Un hurto, porque la educación debe ser gratuita (lo es, pero hasta nivel preparatoria) y la Universidad es lo suficientemente competente como para crear el árbol del dinero. O pendejadas de ese calibre.

Y como bien sabemos, en todos lados siempre hay zánganos – como esos que se quejan del aumento al transporte público defendiendo su utopía socialista mientras te venden copias y tiempo de internet – dispuestos a reclamar que pagar una mínima cantidad por el bien de tu escuela, de tu Alma Mater, es un abuso de autoridad.

El problema, como bien se podrán dar cuenta, no sólo se circunscribe a la UNAM, sino que afecta a muchos otros aspectos de la vida cotidiana del mexicano. Como bien dice mi padre “están tan acostumbrados a que todo sea de a grapa que cuando les piden cooperación nadie quiere dar nada”. Por ejemplo en las escuelas primarias.

Entiendo que para eso están los impuestos y que, pese a que mucho del dinero que paga la gente termina en las carteras del alto mando roedor de nuestro país, poco afecta dar veinte pesos al mes – o ayudar con algunos trabajos sencillos, en caso de que veinte pesos realmente afecten mucho la economía familiar – para mejorar las instalaciones en las que tu hijo aprende y es educado todos los días.

El problema – claro y como siempre – tiene doble filo. Por un lado, está el desinterés que muestran los universitarios y los padres de niños en educación elemental al momento de tener que desembolsar para mejorar su aprendizaje y el lugar en el que se educan. Por el otro, está el gobierno que poco a poco durante los dos últimos sexenios (cuando menos) ha desmembrado la educación. Y, considero, que mientras no solucionemos el primero, el segundo sólo continuará y se agravará aún más.

Mientras a la gente no le interese en lo más mínimo la educación; mientras al paisano le valga un comino, o un huevo, que su hijo aprenda Historia, Español, Lógica y Química, el gobierno continuará, feliz de la vida, con sus recortes a la educación y al programa educativo, hasta que tenga un pueblo demasiado ignorante que no sepa ni cuando nació su país. Cosa que no tardará mucho en llegar. Lamentablemente.

Así que, retomando el punto original, a todos aquellos universitarios que no quieran pagar veinticinco centavos de peso, menos de un centavo de dólar, por su educación universitaria; a quienes no quieran aportar un poco a la institución que tanto les dará, en nombre de mi persona – y por los que sí están interesados en mantener y mejorar a la mejor universidad del país – pueden irse directito a la…


Hasta la próxima semana.

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