miércoles, 11 de diciembre de 2013

Esterilización uzbeka. Un pequeño reportaje desde el otro lado del mundo.

El nombre de Uzbekistán no dice mucho en el continente americano. Sólo algunos saben que es una de las naciones que surgieron tras la disolución de la antigua Unión Soviética. Y sin embargo es de ahí, de esta tierra lejana y desconocida, de donde salen unas historias macabras. Historias de esterilizaciones forzosas.

“En Uzbekistán, todas las mujeres en edad reproductiva que hayan tenido dos hijos o más son víctimas potenciales del programa [de esterilización llevado a cabo por el gobierno de Islam Karimov]. Las mujeres de los bajos estratos sociales y de las minorías étnicas son las principales afectadas”, escribe Natalia Antelava, periodista que trabaja para la BBC y originaria de Georgia, en su introducción al reportaje “Forced sterilization of women in Uzbekistan”, publicado en octubre de este año.

El año pasado Antelava ganó el premio Foreign Press, entre otros, por su reportaje sobre este tema, que ha surgido a la luz en años recientes debido a las historias que doctores, mujeres e incluso policías uzbekos han difundido. Explica la periodista de la BBC que aquellos quienes han tenido el coraje de hablar creen que el programa esterilizador fue creado por el presidente Karimov, como un intento para controlar el índice de población de la antigua nación soviética.

Cabe mencionar que acorde a diversas organizaciones de derechos humanos, el presidente Islam Karimov es uno de los más despóticos en la actualidad. Existen reportes que gente practicante de la religión cristiana es multada por tener la Biblia en su hogar, así como de periodistas, escritores y figuras de oposición que son torturados y desaparecidos por el gobierno uzbeko, como asegura Steve Swerdlow, investigador en Asia Central para Humans Right Watch.

Algo similar le ocurrió a Antelava, quien fue deportada del país el año pasado, poco antes de que la BBC sacara al aire su reportaje sobre la esterilización de mujeres.

En una de las historias que la periodista conoció, se explica la historia de “Shahida”, una mujer que tenía dos hijos, y durante una revisión de rutina su ginecólogo le recomendó hacerse una operación quirúrgica de esterilización voluntaria (VVS, por sus siglas en inglés) y le mintió diciéndole que era reversible. Ella aceptó. Meses después sus dos hijos murieron en un accidente automovilístico, su matrimonio terminó, ella se casó de nuevo y pidió que se le deshiciera la operación para formar una nueva familia, y como esto fue imposible, su nuevo esposo la dejó. Ella se suicidó poco después.

Otro caso es el de una mujer de la población de Oltinkul. Ella fue esterilizada sin su previo consentimiento, tras dar a luz a su tercer hijo. Relató que tras las labores de parto ella quedó inconsciente y mientras despertaba, los médicos le esterilizaron. “¿Por qué me dejaron inválida?”, pregunta, “yo quería tener más hijos”, comentó a la periodista georgiana.

Los primeros reportes de esterilizaciones en Uzbekistán comenzaron en 1999, y aunque programas de este tipo no son exclusivos del país centroasiático, lo que sobresale de él es que, como explica Antelava, el gobierno uzbeko niega su existencia, lo que complica conocer el número exacto de casos de esterilización que se han realizado desde que el programa comenzara hace ya casi quince años.

Éstas son sólo dos historias de las muchas que abundan no sólo en el territorio uzbeko, sino probablemente en el mundo entero. El control de población no es una mala idea, sin embargo, que se haga sin el consentimiento de las mujeres u hombres es un acto cruel y criminal. El trabajo de Antelava merece todo el reconocimiento, y sin embargo se habría de investigar más en el resto del mundo, buscar casos similares. 

Hasta la próxima semana.


martes, 12 de noviembre de 2013

Libros. Amén.

Siento el aire que sopla el pasar de sus delicadas hojas; los más contienen sabiduría, muchos albergan mundos lejanos y remotos, otros tantos me consuelan mientras leo historias imperdibles, relatos que trascienden los años y los siglos. Bien podría ser ahora, bien pudo ser hace mil años y bien podría ser en dos milenios. Unos cuantos fueron escritos con el expreso objetivo de entretener, o como yo digo, fueron libros escritos para el cine. Y como en todo, todos tienen sus fervientes fanaticadas. ¿Y Yo? Me alegra saber que sin importar los adelantos tecnológicos, siempre podré leer un buen relato.

Desde mi particular trinchera, mis aventuras lectoras comenzaron con historias caballerescas, castillos, asedios, dinosaurios y magia. Sí, soy un hijo de Rowling. Así como en su época existió una generación aficionada a Dumas, o ¿cómo no?, una generación que creció con los apasionantes relatos de Verne. Todos estos autores han buscado entretener, y lo han logrado  tanto que sus historias han trascendido las barreras naturales e históricas de la sociedad. Siempre son un buen acercamiento a las letras.

Claro, hay quien repudia las novelas de aventura, por considerarlas banales –yo no comparto este pensamiento, pues en ellas muchas veces encuentras los valores que la escuela y la familia han dejado olvidados. Honor, lealtad, coraje y tantos más son ahora cosas de los libros y de sus amantes – y deciden que su lectura será algo más “elevada”. Así es como entran a la historia literaria tantos filósofos como ustedes puedan recordar. Pero aquí hay un punto que quiero realzar: ninguna lectura es mala, sólo aguarda al lector adecuado.

Entonces, ¿Por qué cada que voy a la calle de Donceles, en el centro de la Ciudad de México, me encuentro con tantos libros abandonados, a la espera de que un nuevo lector se apiade de ellos y los salve? ¿Por qué México está entre los países menos lectores del mundo con apenas libro y medio leído al año?

Respuestas hay muchas, falta de hábito, falta de tiempo, falta de interés, falta de dinero, o todas juntas, o como mencionó el organizador de la Feria del Libro Infantil y Juvenil que está esta semana aquí en la Ciudad, la lectura que hacen los mexicanos es meramente utilitaria. Leo porque lo necesito. Si soy estudiante, tengo que leer el libro para aprobar; si soy trabajador, tengo que leer el manual para poder realizar mi chamba, y así un largo etcétera. Y la lectura utilitaria, como todo aquello que se realiza por obligación, acaba, a la larga, por ser aborrecida.

No pretendo encontrar el hilo negro con el siguiente comentario, ni tampoco pretendo adoctrinar a quienes leen mis publicaciones, pues queda claro que no leen por utilidad el blog de su servidor, pero la lectura se inculca desde abajo. Así como yo comencé, hace ya varios ayeres, con dinosaurios, caballeros y magos, los niños de hoy pueden comenzar – si así lo desean – con una valiente mujer que se convierte en símbolo de la rebelión en su país natal y que tiene un nombre tan extraño que parece de hombre, o con cualquier otro héroe literario actual. Es la decisión del niño, pero es el empuje del padre y la madre el que ayudará a que el niño se enamore del libro. Porque no lo dudo ni un segundo. Persona que lee desde pequeña, se enamora de las letras. Por eso y más, libros, amén.


Hasta la próxima semana y feliz Primer Día Nacional del Libro. 

sábado, 26 de octubre de 2013

Dispara, yo ya estoy muerto.

Ya es domingo y haré dos cosas que no hago muy a menudo. Publicar algo hoy en nuestro día de descanso y que ese “algo” sea, más que una crítica, una recomendación literaria. Y es que hace unas horas acabé de leer “Dispara, yo ya estoy muerto” de la periodista y escritora española, Julia Navarro. ¿Y saben qué? Me pongo de pie y le aplaudo.

No es un thriller que te mantenga sentado al borde de la silla y a punto de darte un guamazo ya sea porque te caigas de la silla o porque te sorprenda con un giro inesperado. Mucho menos es uno de esos romances tarados que ahora emocionan a la juventud y hasta los tienen con los nervios de punta por saber qué actor representará a X personaje. No. Es una historia de muchas historias. Recorre desde finales del siglo XIX hasta 1948 y, al menos yo, leí, crecí y viví con la familia Zucker y la familia Ziad.

Por partes parece un libro de propaganda judía, por partes parece un libro que sucintamente apoya a los palestinos; y pese a ser una historia cuyo final – histórico – ya conocemos y vemos a diario, la humanidad con la que Navarro retrata a las tres generaciones que habitan en sus páginas es sublime.

Tres generaciones que, aparte de hacerte vivir con ellos, te hacen viajar desde la Rusia Imperial y San Petersburgo hasta Jerusalén y Tel-Aviv pasando por Madrid, el París de la Belle Époque, Toledo y las bombardeadas ciudades de Londres y Berlín.

 No sólo eso. Navarro te lleva del gobierno zarista al burdo socialismo que asesinó acorde a sus creencias, o sea, sin distinción social; de la vida cosmopolita y superflua de Europa Occidental, al choque cultural que supuso la migración de judíos europeos a Medio Oriente durante el siglo XX. De la amistad bienintencionada al odio inevitable. De guerra en guerra, sólo cambiando de escenario.

Los invito a leer esta novela que tanto me ha gustado, son sólo 905 hojas, ni más ni menos, pero están tan bien relatadas, tan bien escritas que fluyen por tus manos como la historia que fluye entre sus párrafos. Aparte de que, a mi parecer, tiene el mejor inicio que he leído desde aquellas famosas primeras palabras de “En un lugar de la Mancha…”. He aquí ese primer párrafo:

“Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando”. Hasta la próxima semana.


martes, 15 de octubre de 2013

La Edad Media, en el siglo XXI.

Leo las noticias. Van cincuenta degollados en el estado de Michoacán. Un grupo de narcotraficantes amenazó con que serían trescientos. Leo los comentarios latinoamericanos: “Dios es grande, Jesús es la salvación, pecadores, ¡Morirán!”. Veo lo que sucede en gran parte del territorio mexicano: Pueblos que ya armaron su autodefensa, otros que decidieron liberarse del yugo capitalista y crean su propia moneda, y otros más que son casi territorios perdidos a manos de la delincuencia organizada. Parecen feudos. Señores, México, y quizás buena parte de Latinoamérica vive en la Edad Media.

Sí, tenemos todo el avance tecnológico que nos ha llegado de las grandes potencias que ya tuvieron su revolución industrial y que llevan fuera del Medioevo por más de quinientos años. Sí, parece que sólo estamos unos pasos atrás de aquellos países avanzados. Pero cultural y humanísticamente hablando, no estamos atrás por unos años, ¡Estamos atrás por siglos!

No sabemos lo que es la democracia y vivimos en un régimen hereditario en el que los hijos no son naturales pero si políticos. En cuestiones de trabajo, lo único que separa a los obreros del siglo XXI de los esclavos y siervos de los feudos europeos del siglo XII es un tecnicismo. De facto ya no existe la esclavitud, pero la realidad es que ya no existe porque a los feudatarios no les convenía tener que mantener a sus siervos. Es más fácil darles unas monedas y que ellos se las arreglen, que tener que darles cobijo bajo propio techo.

Vivimos bajo los principios religiosos y morales que impone una iglesia por demás caduca. Pero, al igual que en la Edad Media europea, estos principios religiosos son sólo una fachada porque mientras el narcotraficante reza piadosamente el perdón de todos sus pecados recuerda el asesinato que cometió la semana pasada, o la orden de su jefe de colgar de un puente a un pobre hombre, como escarmiento para todo aquel que quiera sentirse más.

Combaten por territorios, ciudades y pueblos a los que dominar y poco les importa lo que los aldeanos de dichos lugares puedan pensar. Cobran dinero por una “protección” que nadie quiere, el derecho de piso. Resguardan sus terrenos y son capaces de enfrascarse en una lucha sangrienta con tal de no permitir el avance del enemigo. Sólo les hace falta el arco, la espada y caballería para que puedan hacer una escena estilo la batalla de Agincourt, o la del puente de Stanford. Y, cómo olvidar, el pueblo arma motines contra sus delincuentes e intenta quemarlos vivos o cuando menos, lincharlos.

Pero, quizás lo más preocupante es que la mayoría de las naciones latinoamericanas apenas están cumpliendo los doscientos años de independencia. La Edad Media en Europa duró poco más de un milenio, del 476 año de la caída de Roma al 1492, año en que, sí, Colón descubriera, y quizás, pasara la estafeta, a América.


Hasta la próxima semana. 

viernes, 27 de septiembre de 2013

¡Feliz 192 aniversario!

¡Qué ondeen las banderas! ¡Qué el pueblo celebre! ¡Qué los presidentes exclamen a su pueblo ¡Viva!! Felicidades al antiguo Virreinato de la Nueva España, es decir, el actual México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y los ahora territorios de Estados Unidos, California, Nuevo México, Texas, Arizona, Nevada y partes de Utah y Colorado. Hoy hace 192 años consiguieron su independencia de la Corona Española. No era el plan original, pero lo consiguieron.

La mayoría de los mexicanos lo aprendimos en la primaria y lo recordamos – que es lo peor – y sin embargo no lo razonamos; “el veintisiete de septiembre de mil ochocientos veintiuno entró el Ejército Trigarante, comandado por Agustín de Iturbide a la Ciudad de México y consumó la independencia de la Nueva España”. Es más, casi lo puedo recitar con el sonsonete de niño de ocho años.

Después de una década de desestabilización social no sólo aquí sino también en España y en todo el continente hispanoamericano, Agustín de Iturbide, Vicente Guerrero y Juan O’Donojú, último virrey en estas tierras, llegaron a un acuerdo, y el 24 de agosto firmaron, en Córdoba, Veracruz, el Tratado con el cual se reconoció la Independencia del Imperio Mexicano. Sí, Imperio y sí, independiente. ¿Pero, a quién se le ofreció la corona de la recién estrenada nación?

Cito a Alfredo Ávila y a Luis Jáuregui, que en su capítulo “La disolución de la Monarquía Hispánica y el proceso de Independencia” en el libro del Colmex “Nueva Historia General de México” comentan “La corona se ofreció a Fernando VII o a algún miembro de su familia, aunque se reservaba a las Cortes Constituyentes que habrían de reunirse la decisión de elegir emperador en caso de que ningún Borbón aceptara”. Así que, como mencioné antes, no era el plan per se conseguir la independencia de la Corona Española, sin embargo, lo consiguieron.

 Poco tiempo después comenzó el primer Imperio Mexicano, que viviría un ínfimo lapso, pues el 19 de marzo de 1823 se vio obligado a abdicar, luego de que el congreso y el ejército –entre ellos Santa Anna que ya empezaba a figurar en la historia mexicana del siglo XIX – promulgaran el Plan de Casa Mata. El emperador se exilió y salió del país el 11 de mayo del mismo año en la fragata inglesa “Rowllings”.

Un año después –sin saber que de regresar al país sería fusilado – Iturbide volvió y lo pasaron por las armas el día 19 de julio. Sus descendientes aún viven en la ciudad australiana de Perth y al menos de facto son reconocidos por algunos estados, como El Vaticano, como la Familia Real Mexicana, los Götzen Iturbide Franceschi.

Y así como la familia de quien consiguiera la Independencia de México y Centroamérica está en el exilio, en el exilio está nuestra memoria histórica y tachamos a Iturbide de villano, así como a Díaz y a Maximiliano. En cambio a Juárez lo enaltecemos como héroe sólo porque tuvo la fortuna de morirse antes de convertirse en el malo (sí, cité al segundo filme de la última trilogía de Batman).

El otro día un profesor mencionó que no existe una historia “oficial”. Difiero, sí existe una. La que el régimen vigente desde la década de 1930 nos ha enseñado a los mexicanos y que consiste en ennoblecer, llevar a la gloria, magnificar a hombres como Hidalgo, Juárez y Cuauhtémoc; y hacernos odiar lo norteamericano, los imperios y sobre todo, lo español. Favorecen uno de nuestros orígenes en desprecio del otro. Y bueno, entre estas víctimas de nuestro gobierno, está quien verdaderamente proclamara la Independencia de los Estados Unidos Mexicanos. Así que, ¡Viva México!... ¿Viva?

Hasta la próxima semana.


Nota: Me es indiferente que argumenten que fue Porfirio Díaz quien movió la celebración de Independencia del 16 al 15 para hacerla coincidir con su cumpleaños. ¿Por qué? Porque Iturbide decidió entrar a la Ciudad de México el día de su cumpleaños, sí, el 27 de agosto. Así que, sea como sea, nuestras celebraciones se darán en los natalicios de dos de nuestros grandes personajes históricos. Uno de ellos, para mí, el mayor. 

martes, 17 de septiembre de 2013

¿Viva México?

Acaban de pasar las fiestas patrias; dos días en los que dejamos de lado todos los problemas cotidianos y nos unimos al grito nacionalista de ¡Viva México! Fiesta, tequila, cuetes, pozole, bandera tricolor, sombreros y fuegos artificiales, como artificiales fueron los gritos de Peña Nieto desde el balcón presidencial en el Zócalo de la Ciudad de México y toda la gente que le acompañó, por un lunch y un viaje todo pagado a la capital.

Y ahora, un día después (o tal vez dos o tres, depende cuando lean la entrada) parece adecuado hacer un recuento de los daños; los sitios por los que nuestro hermoso país se desangra. Sí, se desangra. El presente de la nación americana que está violentada a niveles insospechados.

En el curso de menos un año del retorno príista a Los Pinos van casi –si no es que ya – catorce mil muertos por la violencia organizada, o sea, narcotráfico. Y sí a esta nueva cifra le agregamos los muertos del sexenio pasado, el de Felipe Calderon (FeCal para los cuates), que fueron aproximadamente ochenta mil, tenemos con que en siete años llegamos, fácilmente, a los cien mil decesos por causa de una “guerra” perdida de antemano. Sólo ciertos países de Medio Oriente nos ganan, y porque ellos –oficialmente – sí están en guerra.

Hay que agregar, también, que el país se convulsiona en tantas otras materias. Comencemos por la lucha, tan mediatizada y vituperada, de los profesores que, a capa y espada, se defienden de una reforma laboral disfrazada de educativa. Así que ¡Malditos huevones, a trabajar que no dejan a los diputados y senadores robarles tranquilamente, o sea, no frieguen! No me malentiendan, realmente necesitamos una reforma educativa, una que evalúe a los profesores y mejore al cimiento más importante, la educación, pero ésta que ya les impusieron no es ni por encima lo que debería ser.

Acto seguido, y muy campantemente, vienen otras dos reformas a dar mucho de qué hablar, la hacendaria y la energética; ambas, y para no perder la costumbre, han sido muy idealizadas en la radio y la televisión. Por no hablar de los periódicos. Por lo tanto, si países como Noruega, Cuba y China han hecho reformas energéticas, ¿por qué nosotros no? ¡El petróleo seguirá siendo nuestro! Las ganancias no… Y hablando de ganancias, ¡Pagarán más los que ganan más! Y si tienes una mascota prepárate para pagar IVA por su alimento porque, tú, dueño de la mascota, eres pudiente. Que pronto será pudriente, porque entre IVA a las colegiaturas e IVA  a tantas otras cosas más, seguro te pudres en deudas. 

¿Qué les digo de nuestras Telecomunicaciones? Vivimos en un país de telenovelas gobernado por un “presidente de telenovela” (sabias palabras de un argentino que conocí en el verano) al que le importa de sobremanera conocer el desenlace de “Pasiones en juego” (¿existe?), y le vale un comino leer un libro en todo el año. ¡Uno solo! Conclusión: ¡Veamos la Rosa de Guadalupe, escuchemos el Panda Show y ataquémonos a carcajadas con las idioteces del Yayo Gutiérrez! Algunos preguntan ¿Dónde quedó la labor educativa y humanista de los medios de comunicación en México?, yo pregunto ¿Alguna vez existió?

Así es el México actual, entre policías comunitarias hechas para combatir al narcotráfico y las policías corruptas; entre habitar en uno de los países más peligrosos para periodistas (con setenta y cinco muertos desde 2000);  en medio de desastre natural en el estado de Guerrero, con más de un millón de afectados y todo el puerto de Acapulco en estado de emergencia; y con una economía tambaleante que depende de otra economía tan volátil que necesita una guerra para restablecerse, la de los Estados Unidos. Así que, díganme, ¿Viva México?


Hasta la próxima semana. 

martes, 10 de septiembre de 2013

Escándalo en la Casa Blanca.

Sigo pegado al asunto de Siria. Y ahora tomo como referencia el título de una película norteamericana que vi en la semana y que me parece adecuada comentarla acorde a lo que sucede ahora en el país árabe. Así que, gracias a Dustin Hoffman, Robert De Niro, Willie Nelson y Kirsten Dunst por hacerme reír un rato, pero al mismo tiempo, hacerme pensar horrores.

La trama, para aquellos que no la hayan visto (véanla si pueden), sin caer en un spoiler alert, o sea, contarles más de lo que debería, es la siguiente. El presidente norteamericano se ve inmiscuido en un escándalo mayor y para evitar su caída estrepitosa, un agente gubernamental, encargado en manejo de crisis, y un productor de Hollywood, crean una falsa guerra con un país desconocido para llamar la atención de los medios norteamericanos y así dejar de lado el escándalo presidencial. Quién, qué, cómo, cuándo y otras preguntas importantes (como ¿qué carajos tiene que ver en todo esto una adolescente Kirsten Dunst, o el cantante de country, Nelson?) se los dejo de tarea a ustedes.

Ahora, a lo que voy.  Leía en los pasados días una nota publicada por la agencia de noticias RT, en la que escribían, con base en la entrevista realizada por la estación de radio rusa Vesti FM al periodista sirio Abbas Dzhuma, que gran parte de las tomas mostradas en el mundo acerca de la guerra en Siria eran un montaje bien fabricado al estilo hollywoodense en un país árabe pro occidental, Qatar. Así como lo leen, muchas tomas de Damasco y Alepo, e incluso las que acaban de salir en las que se ve a muchos sirios en sufrimiento por un supuesto ataque químico fueron montadas en algún lugar del diminuto país árabe. O eso dice el periodista especializado en noticias internacionales.

 Esto no significa que no haya un conflicto en Siria, que quede claro. No es como que todo lo que estamos viendo a diario en la televisión o en internet es un gran montaje y los sirios se la viven de fiesta a diario y allá ni una mosca muere fuera de lo previsto. Las cosas en el país aún gobernado por Al Assad son graves.

Lo que sí podría ser cierto es que – retomo la película, que en ingles se llama “Wag the dog” – en busca de la aprobación general para iniciar una guerra en tierra árabe, la presidencia norteamericana, con el apoyo de muchas otras presidencias y/o empresas interesadas en el conflicto bélico, podría fácilmente falsificar tomas que justificasen la invasión. Ya sé que esto suena a la misma historia de que los estadunidenses derrumbaron sus propias torres gemelas, pero, cuando hay millones de dólares en juego, miles de vidas no valen nada. En la guerra eso queda claro.

“Los síntomas que muestran las víctimas del video no son los que provoca normalmente el gas tóxico sarín” comentó Dzhuma en la entrevista que mencioné. También explica que: “incluso dudo de que verdaderamente se filmaran en Siria”, pues recuerda que “el 80% de los videos que teóricamente se filman en Siria, en realidad se ruedan en “el Hollywood de Qatar”.

Están en la búsqueda incesante de la aprobación general para una invasión que tilda de violadora de los estatutos de la ONU. Y en su búsqueda frenética ya tienen la propaganda adecuada, los videos necesarios, las imágenes (que valen más que mil palabras) que muestran el horror de una Siria diezmada por Al Assad. O eso dicen. Y como buenos “occidentales” que somos, la mayor parte del tiempo sólo logramos escuchar su versión de la historia. Siempre escuchamos la explicación del poderoso, tanto que, hasta hoy, treinta y tres ya tomaron partido por los Estados Unidos y exigen que se castigue al régimen sirio por su crimen contra la humanidad.

Así que, ya sean Siria, los maestros, o las policías comunitarias, que sí tienen voz pero no poderosa, y por tanto no es escuchada, o ya sean los animales, el agua y la Tierra, que no tienen ni voz ni quien los pueda defender, siempre nos creemos la historia del que tiene el dinero para crear una película que defienda sus intereses; una filmación que justifique lo injustificable.


Hasta la próxima semana.