Acaban
de pasar las fiestas patrias; dos días en los que dejamos de lado todos los
problemas cotidianos y nos unimos al grito nacionalista de ¡Viva México!
Fiesta, tequila, cuetes, pozole, bandera tricolor, sombreros y fuegos
artificiales, como artificiales fueron los gritos de Peña Nieto desde el balcón
presidencial en el Zócalo de la Ciudad de México y toda la gente que le
acompañó, por un lunch y un viaje todo pagado a la capital.
Y
ahora, un día después (o tal vez dos o tres, depende cuando lean la entrada)
parece adecuado hacer un recuento de los daños; los sitios por los que nuestro
hermoso país se desangra. Sí, se desangra. El presente de la nación americana
que está violentada a niveles insospechados.
En
el curso de menos un año del retorno príista a Los Pinos van casi –si no es que
ya – catorce mil muertos por la violencia organizada, o sea, narcotráfico. Y sí
a esta nueva cifra le agregamos los muertos del sexenio pasado, el de Felipe
Calderon (FeCal para los cuates), que fueron aproximadamente ochenta mil,
tenemos con que en siete años llegamos, fácilmente, a los cien mil decesos por
causa de una “guerra” perdida de antemano. Sólo ciertos países de Medio Oriente
nos ganan, y porque ellos –oficialmente – sí están en guerra.
Hay
que agregar, también, que el país se convulsiona en tantas otras materias.
Comencemos por la lucha, tan mediatizada y vituperada, de los profesores que, a
capa y espada, se defienden de una reforma laboral disfrazada de educativa. Así
que ¡Malditos huevones, a trabajar que no dejan a los diputados y senadores
robarles tranquilamente, o sea, no frieguen! No me malentiendan, realmente necesitamos
una reforma educativa, una que evalúe a los profesores y mejore al cimiento más
importante, la educación, pero ésta que ya les impusieron no es ni por encima
lo que debería ser.
Acto
seguido, y muy campantemente, vienen otras dos reformas a dar mucho de qué
hablar, la hacendaria y la energética; ambas, y para no perder la costumbre,
han sido muy idealizadas en la radio y la televisión. Por no hablar de los
periódicos. Por lo tanto, si países como Noruega, Cuba y China han hecho
reformas energéticas, ¿por qué nosotros no? ¡El petróleo seguirá siendo
nuestro! Las ganancias no… Y hablando de ganancias, ¡Pagarán más los que ganan
más! Y si tienes una mascota prepárate para pagar IVA por su alimento porque,
tú, dueño de la mascota, eres pudiente. Que pronto será pudriente, porque entre IVA a las colegiaturas e IVA a tantas otras cosas más, seguro te pudres en
deudas.
¿Qué
les digo de nuestras Telecomunicaciones? Vivimos en un país de telenovelas
gobernado por un “presidente de telenovela” (sabias palabras de un argentino
que conocí en el verano) al que le importa de sobremanera conocer el desenlace
de “Pasiones en juego” (¿existe?), y le vale un comino leer un libro en todo el
año. ¡Uno solo! Conclusión: ¡Veamos la Rosa de Guadalupe, escuchemos el Panda
Show y ataquémonos a carcajadas con las idioteces del Yayo Gutiérrez! Algunos
preguntan ¿Dónde quedó la labor educativa y humanista de los medios de
comunicación en México?, yo pregunto ¿Alguna vez existió?
Así
es el México actual, entre policías comunitarias hechas para combatir al
narcotráfico y las policías corruptas; entre habitar en uno de los países más
peligrosos para periodistas (con setenta y cinco muertos desde 2000); en medio de desastre natural en el estado de
Guerrero, con más de un millón de afectados y todo el puerto de Acapulco en
estado de emergencia; y con una economía tambaleante que depende de otra
economía tan volátil que necesita una guerra para restablecerse, la de los
Estados Unidos. Así que, díganme, ¿Viva México?
Hasta
la próxima semana.
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