martes, 3 de septiembre de 2013

Imagen en crisis: Cerca del knock-out contra Obama.

El 21 de agosto del año en curso más de mil personas murieron después de que alguien perpetrará un ataque con armas químicas contra la población civil allá en Damasco, capital de Siria. Todos, absolutamente todos se acusaron mutuamente. Algo así como el juego de la papa caliente. Al-Assad acusó a la oposición, la oposición acusó a Al-Assad. Estados Unidos y “Occidente” demandaron respuestas al régimen, Rusia y “Oriente” defendieron al presidente sirio. El caso es que el mundo se puso a un paso de la guerra. ¿Y ahora? Bueno, pues Obama busca una guerra que no le conviene, con aliados impensables y su imagen no está en su mejor momento. Veamos un “panorama”.

Reino Unido – principal aliado norteamericano – se bajó del tren, después de que el Parlamento británico  rechazara el plan del primer ministro, Cameron, y tomó la decisión de esperar al informe de la ONU; la población estadunidense ya no se cree el cuento de defender la democracia mundial. Ya lo creyeron dos veces, en Afganistán e Irak; y por último, la OTAN, organización que el año pasado fuera la que tomara la acción conjunta contra Libia y el régimen de Gadafi , asumió su postura. Rasmussen, ex ministro danés y secretario general de la OTAN, dijo que respetarán las decisiones individuales de cada nación perteneciente al grupo pero que la organización no prevé un papel adicional en Siria.

Y la trama se complica. Obama, premio Nobel de la Paz, tiene que encontrar la justificación perfecta – que no viole los decretos de la ONU respecto a los actos de guerra autorizados – para poder declarar la guerra en contra de su peor enemigo, que en este momento es el gobierno sirio. Y como en la política no hay amigo eterno ni enemigo que dure mil años, paradójicamente AlQaeda, sí, la organización “responsable” de los ataques al WTC y al Pentágono, sería aliada del presidente estadunidense. Los antiguos rivales pugnan por el mismo bando dentro del problema sirio: el Ejército Sirio Libre.

Dentro de Estados Unidos, la opinión es claramente dividida. Michael E. O’Hanlon, especialista en política exterior y asuntos militares de la Institución Brookins, comentó a la revista Proceso que, de atacar militarmente el gobierno de Obama al régimen sirio y triunfar, “Estados Unidos recobraría credibilidad”. Contrario a lo que escribió Edward N. Luttwak, investigador del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, en el diario The New York Times, explicó, palabras más palabras menos, que al vecino del norte no le conviene que triunfe ninguna facción y por lo tanto lo inteligente sería apoyar a la oposición hasta que se comience a alzar como vencedor, entonces cortarle el suministro. “De esta forma, cuatro enemigos (Irán, Siria, Hezbolá y Al Qaeda) quedarían amarrados a la guerra, imposibilitados de atacar a Estados Unidos y sus aliados” dijo. (Cita que saqué del reportaje de Témoris Grecko en Proceso de esta semana).

Así que Barack Obama se enfrenta a una crisis de imagen que no se esperó jamás. Ahora se le ve indeciso y se le cuestiona su autoridad (sí, al mismísimo presidente norteamericano, vaya usted a creer). Entre su Nobel, ahora más que cuestionado, y la reputación de su país; entre el espaldarazo de su principal aliado y de las dos organizaciones más importantes en Occidente, la ONU y la OTAN; entre saber que su poder armamentístico es mayúsculo, pero que se enfrentaría a poderosos enemigos. En palabras de Grecko, “La Guerra Fría, reeditada en clave musulmana”, en caso de darse, obviamente.


Hasta la próxima semana. 

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