Leo
las noticias. Van cincuenta degollados en el estado de Michoacán. Un grupo de
narcotraficantes amenazó con que serían trescientos. Leo los comentarios
latinoamericanos: “Dios es grande, Jesús es la salvación, pecadores,
¡Morirán!”. Veo lo que sucede en gran parte del territorio mexicano: Pueblos
que ya armaron su autodefensa, otros que decidieron liberarse del yugo
capitalista y crean su propia moneda, y otros más que son casi territorios
perdidos a manos de la delincuencia organizada. Parecen feudos. Señores,
México, y quizás buena parte de Latinoamérica vive en la Edad Media.
Sí,
tenemos todo el avance tecnológico que nos ha llegado de las grandes potencias
que ya tuvieron su revolución industrial y que llevan fuera del Medioevo por
más de quinientos años. Sí, parece que sólo estamos unos pasos atrás de
aquellos países avanzados. Pero cultural y humanísticamente hablando, no
estamos atrás por unos años, ¡Estamos atrás por siglos!
No
sabemos lo que es la democracia y vivimos en un régimen hereditario en el que
los hijos no son naturales pero si políticos. En cuestiones de trabajo, lo
único que separa a los obreros del siglo XXI de los esclavos y siervos de los
feudos europeos del siglo XII es un tecnicismo. De facto ya no existe la
esclavitud, pero la realidad es que ya no existe porque a los feudatarios no
les convenía tener que mantener a sus siervos. Es más fácil darles unas monedas
y que ellos se las arreglen, que tener que darles cobijo bajo propio techo.
Vivimos
bajo los principios religiosos y morales que impone una iglesia por demás
caduca. Pero, al igual que en la Edad Media europea, estos principios
religiosos son sólo una fachada porque mientras el narcotraficante reza
piadosamente el perdón de todos sus pecados recuerda el asesinato que cometió
la semana pasada, o la orden de su jefe de colgar de un puente a un pobre
hombre, como escarmiento para todo aquel que quiera sentirse más.
Combaten
por territorios, ciudades y pueblos a los que dominar y poco les importa lo que
los aldeanos de dichos lugares puedan pensar. Cobran dinero por una “protección”
que nadie quiere, el derecho de piso. Resguardan sus terrenos y son capaces de
enfrascarse en una lucha sangrienta con tal de no permitir el avance del
enemigo. Sólo les hace falta el arco, la espada y caballería para que puedan
hacer una escena estilo la batalla de Agincourt, o la del puente de Stanford. Y,
cómo olvidar, el pueblo arma motines contra sus delincuentes e intenta
quemarlos vivos o cuando menos, lincharlos.
Pero,
quizás lo más preocupante es que la mayoría de las naciones latinoamericanas
apenas están cumpliendo los doscientos años de independencia. La Edad Media en
Europa duró poco más de un milenio, del 476 año de la caída de Roma al 1492,
año en que, sí, Colón descubriera, y quizás, pasara la estafeta, a América.
Hasta
la próxima semana.
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