martes, 5 de marzo de 2013

Sobre nuestro pasado, enterrado en la falta de dinero.



Hace dos semanas aproximadamente, y en la premura de conseguir entrevistas para elaborar un reportaje sobre el Templo Mayor, que luego subiré a este espacio, Jhonathan (sí, con “h” antes de la “o”) y yo tuvimos una plática muy amena con el buen José Guadalupe Martínez, o para los iniciados de la FES Acatlán, Lupillo.

Entre todo lo que surgió durante la media hora de charla, en la que adelantamos la fundación de Tenochtitlán al 1100 y criticamos a nuestros amantes de Cioran (los que están con los pobres sólo por ser pobres) y su indigenismo un tanto absurdo, el historiador nos afirmó que de historia prehispánica no conocemos más allá de la espectacularidad de sitios como Teotihuacán, Chichen Itzá y Templo Mayor… Digo ¿A quién le importa un recinto ceremonial perdido en la sierra de San Luis Potosí, cuando Chichen es de las nuevas maravillas del mundo, Teotihuacán tiene nuevos descubrimientos y el Templo Mayor es uno de los últimos vestigios de una ciudad tan bella como pocas, acorde a los españoles que la conocieron en 1519?

Pongamos de lado el hecho de que son los monumentos icónicos de una parte de la historia de nuestro país. Que son los best-sellers, junto con Palenque y Monte Albán, quizás. El asunto tiene un poco más de paja y se las daré con un dato duro, de esos que sólo admiten un tono de sorpresa o de amargura. En México hay cerca de 140,000 sitios arqueológicos conocidos, de los cuales, sólo 160 están abiertos. Ciento sesenta de ciento cuarenta mil. ¿De puta madre no?

Seguro dirán “Es culpa del gobierno y del INAH con sus pinches trámites burocráticos”. Sí, todo mundo piensa lo mismo cuando se entera que se le oculta algo de tal magnitud. Y es aquí donde suelto otra de las frases de Lupillo. Dijo que el presupuesto del INAH era de 2 mil millones de pesos anuales, de los cuales sólo 600 millones son para investigaciones, pues lo demás se va en salarios y demás gastos del oficio. Pero 600 millones son aún una lana, ¿no?

Pues resulta que para restaurar doscientos metros cuadrados de una iglesia (la de Corpus Christi, frente al Hemiciclo a Juárez) el INAH gastó 20 millones de pesos, y para restaurar las paredes del mismo recinto y los mismos doscientos metros cuadrados, el gobierno gastó otros 20 millones de pesos. Cuarenta millones en un pequeño espacio de una iglesia que no es, ni por mucho, de las más importantes… 600 millones no son nada en este mundo de la arqueología y restauración.

Ahora, con la cantidad increíble de sitios arqueológicos que hay en el país, es lógico suponer que de intentar restaurarlos todos, México quedaría en bancarrota. Bien conservada nuestra historia, pero sin un quinto para poder visitarla. Así que esta noche podrán decir tranquilamente que no todo es culpa del gobierno… no todo, pero sí una parte.

“Al gobierno no le importa, prefiere hacer algo que luzca más” comentó Lupillo, quien además es coordinador de archivos históricos en el INAH. Y, ¿Qué luce más que súper autopistas que terminen de conectar a nuestro extenso país, o edificios con tecnología de punta que alberguen a una bola de huevones lamebotas con obscenos salarios? Seguramente entre las pocas cosas que puedan lucir más que lo anterior mencionado, no destaca ni por mucho la historia y sus antiguas reliquias de museo; así que no será en mi vida el día en que el gobierno se proponga recuperar nuestro patrimonio histórico antes que cumplir un capricho innecesario de hombres innecesarios.

Citaré a cierta película del fifth of november, pues no todo es repartir sentencias entre nuestros ineptos gobernantes. Si quieren buscar a los verdaderos culpables, sólo tienen que mirar al espejo. Si existe un pueblo más desinteresado en su propia historia que el de México, que por favor me lo presenten. Mientras llegan tal día y el día del apocalipsis (que serán el mismo, por cierto), mantendré mi tesis, nada original, de que nuestra falta de conocimiento histórico se debe a un terrible desinterés por conocer las piedras que han marcado nuestro camino, aunado a una educación deficiente producto de una consciente táctica gubernamental. Como explicó Lupillo al referirse a nuestra historia, “es un arrastradero, no la conocemos y no le metemos dinero. No le metemos dinero, no la conocemos. En este círculo pernicioso, finalmente la gran mayoría de la sociedad no la aprecia. Se maravillan solo con las cosas muy grandes. Chichen Itzá, Teotihuacán, etc. pero no con el conjunto”.

 En conclusión, no caería mal a ningún mexicano, hojear y leer un libro de historia. Dejar de lado que al conocer nuestra historia seremos capaces de mejorar nuestro futuro. Hay que hacerlo porque el conocerla nos regresará una cultura que perdemos a manos de nuestro mundo de alta velocidad. Conocerla nos abre las puertas, la vida y las anécdotas de gente que existió, pensó, amó y disfrutó. Gente que vivió en esta misma tierra, tan llena de hermosura, deshecha por la ignorancia.

De pequeñas anécdotas que no valen más que cultura…

Érase una vez un virrey de la mayor colonia española, Nueva España, que antes de ostentar el título de gobernante, combatió contra los ingleses, recuperó la ciudad de Penzacola y la Florida a España y de paso apoyó la independencia de las 13 colonias inglesas, más tarde el gabacho Estados Unidos de América. ¿Quién era este militar, político, español? Bernardo de Gálvez y Madrid.

Declarado el mejor virrey de la Nueva España en el siglo XVIII por Pérez-Reverte, escritor español oriundo de Cartagena, Gálvez y Madrid destacó por darle en la torre a los ingleses allá en el lejano 1779, cuando, apoyado por mil cuatrocientos españoles y otros tantos más entre negros esclavos, aventureros e indios, tomó los fuertes de Manchak, Baton-Rouge y Natchez.

Al año siguiente tomó Mobile, en la actual Alabama, de las manos del general escocés John Campbell. Un año después, de nuevo se vio las caras con Campbell, esta vez para recuperar la ciudad de Penzacola, y de paso la Florida con el Tratado de Versalles en 1783.

No sólo eso, sino que fue el político encargado de pláticas con Washington y el resto de los padres fundadores de nuestros vecinos norteños, ya que España veía con buenos ojos la independencia estadunidense. Y en este cariz, también cabe recalcar que bloqueó el puerto de Nueva Orleans a despecho del inglés y facilitó el paso a las tropas independentistas.
Con dicho currículum, en 1785 fue nombrado Virrey de la Nueva España a la muerte del anterior, que además era su padre, el señor Matías de Gálvez y Gallardo.

Gálvez y Madrid sólo sería virrey hasta el siguiente año, en el que murió, dicen las sospechas, envenenado. Pero nada quita que durante su corto mandato prosiguió varios proyectos anteriores como la iluminación de las calles, el progreso del Castillo de Chapultepec y un gran apoyo a la ciencia. Tremendo hijo de la ilustración que no es conocido ni en México ni en España.

De un venezolano…

Pues, el tiempo y la enfermedad lograron su cometido el día de hoy, cinco de marzo del 2013, murió Hugo Chávez.

Para muchos pro estadunidenses, así como el día que se anunció la muerte (jamás comprobada) de Bin Laden, es un día de algarabía pues el dictador con catorce años en el poder que tanto le ha negado al pueblo venezolano por fin se ha ido.

Para buena parte del pueblo venezolano que lo ha mantenido en el poder desde 1999 hoy es un día triste, de luto entendible y es posible que a partir de hoy un nuevo ídolo haya nacido. Una nueva pared del edificio A-8 de la FES Acatlán será pintada con una frase célebre y el rostro de Chávez y hará compañía a los clásicos Luther King, Barrientos, Villa y algunos más.

Pero sobre todo, antes de hablar de lo bueno o lo tirano que fue el señor, hay que mantener un poco de respeto, de decencia ante la muerte de un ser humano que, como todos, tenía familia y, como todos, será extrañado y llorado por alguien.

Y ahora un nuevo futuro aún entre la neblina de una confusión general se avecina en Venezuela. Este futuro aún está por verse si será bueno o malo. Mientras tanto hay un nuevo nombre en la silla presidencial de Venezuela, Nicolás Maduro. Y val la pena recordarle, pues Chávez pidió al pueblo venezolano, a principio de año, que lo nombraran su sucesor.

Hasta la próxima semana.

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