martes, 7 de mayo de 2013

Sobre lo que los humanos osamos llamar humanidad… Parte II


La naturaleza está de luto. El rinoceronte negro, aquel imponente y hermoso animal está virtualmente extinto. La caza indiscriminada para conseguir su cuerno ha terminado por extinguir una especie más. Los humanos: asesinando especies desde el 10,000 A.C.

Así, la última víctima de lo que osamos llamar humanidad, se une a la extensa lista de especies animales asesinadas por la crueldad, la vileza y la extrema avaricia del hombre. El dodo, el león europeo, el tigre de Tasmania, el moa, el bucardo y quizás animales de la súper fauna americana de finales de la era glacial, como el mamut o los caballos americanos, y tantos otros más que, ya sea por la caza, ya sea por la destrucción del hábitat natural, el humano se ha encargado de exterminar.

Lo hecho, hecho está y puedo alzar la voz y reclamar a gritos – con enojo y desesperación – que algo pudimos haber hecho para salvar al rinoceronte negro, pero, tristemente, mis gritos no cambiarán nada. El rinoceronte, como el mamut o los dinosaurios, seguirá extinto por la eternidad. El problema es que muchas especies más podrían terminar en el cementerio si las medidas necesarias no se toman ya.

Y no basta con hacer reservas para conservar la fauna, esas son puterías. ¿Quién le ha dado permiso a la humanidad de cercar un terreno y decir “de ahora en adelante, animales subdesarrollados, vivirán aquí”? ¡Les aseguro que la mayoría de las especies llegaron antes que nosotros y tienen el mismo derecho (divino, natural, existencial o como sea) de caminar por la Tierra! ¡Y si a un okapi le da por llegar a México, pues bienvenido sea!

Como dije, no basta con hacer reservas, el humano que se dé a la tarea de defender a la naturaleza debe enfrentarse contra sus dos peores enemigos: el cazador furtivo al que poco le interesa extinguir a una especie, mientras pueda conseguir sus cuarenta mil dólares por entregarle el cuerno a un vendedor que poco le importa quedarse sin mercancía mientras tenga pasta. Y también debe enfrentarse a la burocracia, las aberrantes políticas humanas que ponen hasta el último lo que es más importante, la vida misma.

Quien asesina un humano es un criminal, quien asesina un perro es un hijodealgo, pero quien asesina un elefante es un rey, o ya en menor escala, un cazador. Para mí, todos los anteriores son lo mismo: criminales,  y merecen pudrirse en una cárcel de alta seguridad o en el noveno infierno de Dante.

Y no sólo en tierra firme es la matanza, hay que ver la pesca indiscriminada que hay aquí y en prácticamente cualquier lugar con salida al océano. Las imágenes que llegan de Japón -con una infinidad de tiburones, peces, delfines y tortugas de añadidura – son por menos horrorizantes, y ni que decir de la matanza de ballenas piloto y delfines que se da en las Islas Feroe.

¿Qué es lo que osamos llamar humanidad? Nuestro miedo, nuestro afán de dominar todo a nuestro alrededor, nuestra avaricia y nuestra ignorancia de lo más importante que hay, la vida, nos lleva a pasos agigantados a una debacle en cuestión de naturaleza.

Poco puedo hacer desde mi computadora, sentado, mientras tecleo mi enojo y frustración en un blog de Internet, lo sé, pero todo el que busque tener una voz dentro de nuestra accidentada sociedad, debe tener una lucha que combatir. Mi frente está aquí.

Hasta la próxima semana y descanse en paz, en un mundo sin humanos, o sea el paraíso, el rinoceronte negro. 

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