Estábamos
sentados en una de las bancas de piedra que están en torno al patio principal
de la casa de La Corregidora en la ciudad de Querétaro. Mientras observábamos
el antiguo hogar, con su típica construcción colonial de patios centrales,
columnas y múltiples cuartos en torno a los patios, un hombre de tez morena,
cabello negro que pasaba a gris, camisa roja, pantalones de mezclilla y
acreditación gubernamental para ser guía de turistas nos dijo “Acérquense, la
plática de la Corregidora está por comenzar”.
Nos
acercamos. Sentados junto con otras diez personas, entre ellas unos cuantos
niños, nos dispusimos a escuchar la plática del guía. ¿El tema? Básicamente una
exaltación a la vida de una de las mujeres más importantes de la historia
mexicana: Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora. Acorde a sus palabras, la
ilustre “heroína” de la independencia de la Nueva España era básicamente la que
manejaba los hilos de la guerra. Si hubo independencia, y si Iturbide y
Guerrero llegaron a un acuerdo, fue porque la esposa de Miguel Domínguez lo
permitió. Si no, ni madres.
Pongo
de lado las ideas que pueda tener el señor sobre su ídolo particular, para
hacer hincapié en lo que verdaderamente importa, espanta, aterroriza y
preocupa. Los errores GARRAFALES – sí, con mayúscula – de su comprensión de la
historia de México. Que conste que es guía acreditado, así que ¡Aguas!
Error
#1: “La independencia, como saben, la inició Miguel Hidalgo Gallaga y
Costilla”. Es un asunto elemental, mi querido Watson, de primaria, incluso
hasta de kínder saber cómo va el nombre del cura que reconocemos como el padre
de la patria. Miguel Hidalgo y Costilla Gallaga y un largo etcétera.
Error
#2: “La independencia se completó gracias al Abrazo de Iguala”. Primero, no se
completó gracias al dichoso abrazo, sino que él fue sólo el momento que enmarcó
el cese de violencia entre el ejército virreinal y el insurgente. Segundo, ¡No
fue en Iguala! Fue en un poblado próximo a Iguala, llamado Acatempan.
Error
#3: Acorde a nuestro bienintencionado guía, la independencia de México se dio
por un factor clave. En 1821 Napoleón tenía sometida a España, mientras que
Inglaterra y Alemania (definidos por él como piratas y vikingos) se unían en
santa alianza para combatir al demonio de Córcega. Según el señor, todos estos
factores dieron como resultado que a España dejara de interesarle la Nueva
España y simplemente dejara de luchar por ella.
¿Por
dónde empezar? Primero los alemanes no son vikingos, son germanos. Los vikingos
– los que reconocemos como tales – fueron piratas y comerciantes provenientes
de las actuales Dinamarca, Noruega y Suecia (ni siquiera un grupo étnico) que
asolaron Europa desde el 793 con el saqueo del monasterio de Lindisfarne en
Inglaterra y terminó en 1066 con la conquista de Inglaterra por Guillermo el
Conquistador.
Segundo,
Napoleón sí invadió España, pero eso ocurrió de 1808 a 1814. De la ocupación
francesa en la península ibérica nació, entre otras cosas, la Constitución de
Cádiz. Napoleón cayó finalmente en la Batalla de Waterloo el 18 de junio de
1815 y fue exiliado a la isla de Santa Elena el mismo año. Falleció el 5 de
mayo de 1821, cuatro meses y veintidós días antes de que Iturbide entrara
triunfante a la Ciudad de México, la capital de un flamante nuevo país, el
Imperio Mexicano.
Error
#4: Más adelante en su explicación habló de los franceses. Y dijo, palabras
más, palabras menos, que los franceses habían comenzado la guerra más tonta de
todas, la de los pasteles y que en ella habían sido humillados por el ejército
mexicano en la Batalla de Puebla.
La
Guerra de los Pasteles tuvo lugar entre 1838 y 1839 y sí, fue una guerra tonta…
Como todas. Mientras que la batalla de Puebla tuvo lugar poco más de veinte
años después, el 5 de mayo de 1862. ¡Ya me imagino al General Ignacio Zaragoza
dándole camote a los franceses a la tierna edad de diez años!
Para
colmo, cuando nuestro querido guía terminó sus divagaciones sobre la ilustre y
poderosa vida de Josefa Ortiz de Domínguez, el público presente – salvo su
servidor y mis padres – le aplaudió. Así que, díganme ustedes, ¿Qué es más
preocupante?, ¿Que un ignorante charlatán esté acreditado como guía y tenga el
descaro de contar mentiras, o que la gente sea tan ignorante que no sepa que
lo que dice el hombre de enfrente son, cuando menos, barbaridades?
Hasta
la próxima.