martes, 2 de abril de 2013

Sobre lo que dicen será la Tercera Guerra Mundial.


Ensalzar a Corea del Norte sólo porque se atrevió a encarar a los Estados Unidos me parece una franca estupidez. Es observar el conflicto desde un punto de vista muy sesgado por un odio –quizás históricamente justificado – que tenemos hacia nuestros vecinos del norte.

Hay que recordar que la península de Corea solía ser una provincia japonesa y que al capitular Japón al finalizar la segunda guerra mundial, la Unión Soviética tomó la parte norte de la península y Estados Unidos abogó por una separación en dos países. Divídelos y vencerás. El norte entonces quedó stalinizado, mientras que el sur quedó capitalizado.

En pocas palabras ninguna de las dos Coreas quedó libre de pecado. Seguir las enseñanzas de Stalin es idolatrar los genocidios de un comunismo que es tan asesino como Estados Unidos en sus estúpidas guerras contra Irak, Vietnam, Afganistán, etc. Por el otro lado, seguir las enseñanzas de un capitalismo norteamericano es caer en una incultura (porque el capitalismo nos priva de algo esencial, la cultura) y caer en la vorágine avasalladora del consumismo a toda costa. Pese a esto, ambas Coreas tienen un punto fuerte en la educación.

Durante los pasados cuatro días hemos escuchado mucho sobre el estado de guerra latente en la península y hemos leído amenazas norcoreanas, surcoreanas, estadunidenses, deseos rusos de paz, y una constante desinformación que no lleva a nada. La verdad es: si alguno de los dos países beligerantes se atreviera –porque una cosa es hablar y otra es actuar – a tomar una verdadera acción militar, se desencadenaría un juego político y militar devastador.

Ya lo he mencionado en ocasiones anteriores –desde antes que naciera el blog – en caso de una tercera guerra mundial, habría dos ejes: El clásico eje Washington-Londres-París, al cual se incluirían Israel, la decadente Unión Europea, Corea del Sur (obvio) y quizás Japón. En el otro extremo se pinta el que, para nosotros occidentales entetanizados, sería el bando de los malos (como si en la guerra hubiera buenos y malos), y estaría formado por un eje principal Moscú-Pekín-Teherán, con la obvia inclusión de Corea del Norte y la posible anexión del resto del BRICS, Brasil, India y Suráfrica. Posible, nada más.

Ahora, ninguna guerra es buena –que no es lo mismo que decir que en política no sean necesarias –, por lo tanto, pese a todo lo que podamos esgrimir los defensores de la utópica paz mundial, una guerra mundial –en política, dejen aclaro – es la única mentada solución a su estancamiento actual. Y llegará, quizás no este año, quizás no el siguiente, pero dentro de los próximos diez años es altamente probable un enfrentamiento bélico de grandes magnitudes. ¿Pesimista? No, tristemente realista.

 -¿Pero compadre, qué no hay soluciones amistosas y pacíficas?

-No, somos humanos. Y humano quiere decir que si algo me estorba, lo quito de mi camino y me vale madres que sea. Así que, deja te cuento que de desatarse esta maldita guerra que se vislumbra, al finalizar sólo nos quedaríamos con mirruñas de lo que alguna vez fuimos. Y la tierra, ni se diga. ¿Qué bien puede hacerle a la tierra, a la naturaleza una bomba nuclear? ¿Qué culpa tiene la vida de que nosotros tengamos “inteligencia” y creamos que somos los elegidos de Dios para dominar todo? ¿Quién es más culpable que la humanidad?

Por eso comencé con mi afirmación que, ensalzar a Corea del Norte –o a Estados Unidos, o a Corea del Sur, o a Israel, o a Irán, o a Siria, o a Turquía, o a Francia, o a Malí, o a quien putas quieran que tenga un problema bélico actualmente – es una franca estupidez. Como estúpidas son las guerras. Todas son iguales, todas buscan lo mismo, por tanto todas son estúpidas.

Hasta la próxima semana. 

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