martes, 30 de abril de 2013

Sobre un poco de música, que desde la década del 70 mucha gente no entiende.


Heavy metal, power metal, folk metal, death metal, hardcore metal, trash metal, nu metal, glam metal, bla bla bla metal… Para buena parte de la gente sólo es ruido. La verdad es que esta música es poco comprendida – y muy estereotipada – desde que Tony Iommi creó los riffs de Sabbath en 1970. O quizás antes, desde Cream…

Empecemos por puntualizar las diferencias entre tanta multitud de géneros, que incluso un experto –quizás Sam Dunn, por ejemplo – llega a confundirse.

El original y padre de todos los géneros subsecuentes, el heavy metal es aquel de riffs gamberros y pesados que hacen a cualquiera que aprecie esta música mover la cabeza en un vaivén nada bueno para las cervicales. Ese que es feliz con unas guitarras, un bajo, una batería y una voz potente como Ozzy, Dio, Johnson, Dickinson, etc.


Quizás el subgénero más famoso del metal, y porque nació en los fabulosos Estados Unidos, es el glam metal, aquel en el que puedes encasillar a bandas como Mötley Crue, Poison, Whitesnake y varias más… Es tan comercial que no es de extrañar que haya tenido un éxito desmedido. Hay que ver como Kiss, que no es metal pero si glam, tiene una legión tan enorme de fanáticos después de tres décadas de dar el mismo jodido espectáculo, concierto tras concierto.

Después del glam el segundo subgénero más famoso del metal es el trash metal. Inglaterra y Estados Unidos se encargaron de dar a las bandas más potentes y famosas (que no es lo mismo que buenas) en este mundo del Thrash… Metallica, Slayer, Megadeth y Anthrax son los amos y señores en este mundo. Digo, que aquí entran bandas como Kreator, Tankard, Testament, Pantera y los brasileños Sepultura.

Pasemos a lo que es mi mole. El power metal, épico, veloz, poderoso, con voces tanto masculinas y femeninas que enchinan la piel y un ambiente del que Wagner se enorgullecería, es un subgénero en el que no bastan las guitarras, sino que un teclado e incluso alguna orquesta de ocasión hacen el favor completo. Obvio que quienes estén parados en el escenario no deben ser músicos salidos de cualquier esquina. No. La mayoría de ellos viene de conservatorios y son virtuosos en sus menesteres. Mejor dicho, no son hijos de vecino.


Las voces de Fabio Leone, Tarja Turunen, Simone Simmons, Roy Khan, Alessandro Conti o Timo Kotipelto y el virtuosismo de Luca Turilli, Tuomas Holopainen, Alex Staropoli, Sascha Paeth, entre tantos otros dan pie a lo que me atrevo en afirmar. La temática, siempre con historias casi dignas de Tolkien, es extensa y profunda. Y ya me callo o haré el post de puro power metal.

El folk metal –el segundo de mis moles – que nace a partir del uso de algún instrumento típico de la nación oriunda de la banda en cuestión. Es así como el violín, las gaitas y demás instrumentos extraños (como la zanfona o el whistle), pero que suenan sensacionalmente genial, se dan cita en bandas como Turisas, Eluveitie, los israelís Orphaned Land, Korpiklaani, In Extremo, Paddy and the rats, los kazajos Ulytau y un largo etcétera.


Su música, casi siempre alegre, hace que busques un cuerno lo eleves en el aire y lo choques contra otros cornudos vasos y bebas cerveza hasta el hartazgo. Y de fondo la alegre música de un acordeón como en “Rise” de los fineses Korpiklaani, o “Sahti-Waari” de los también fineses Turisas, o “Drunken Sailor” –típica canción marinera – en las versiones de Paddy o Saltatio Mortis… Todo un espectáculo en el que sólo Mictlán y alguna que otra banda de añadidura en México les hace sombra, pero diminuta la sombra. Finlandia es el país de los sueños para aquel que guste de escuchar buen power metal y buen folk metal. ¡Esos tíos dan caña en ese asunto!

El black metal es vecino de los anteriores subgéneros. Nace en Noruega, crece en Noruega y básicamente se exporta de Noruega, donde tenemos unos músicos con tan retorcidas ideas que algunos de ellos están en la cárcel por quema de iglesias y asesinato. ¿Poca cosa no?

Junto con el death metal, de los cuales me cuesta mucho trabajo identificar las diferencias, se precian de escribir letras satánicas en un ritmo tan melódico y grave, con voces guturales y baterías veloces que francamente no es de mi agrado. Es música complicada de digerir.


Sé que he de pasar por alto varios subgéneros más, pero no es una tesis ni un tratado de lo que es el heavy metal, es sólo una pequeña plática general de este mundo muchas veces estereotipado –tanto por sus detractores como por nosotros, los fanáticos –, también muchas veces rechazado. Todos son movimientos con diferentes ideas y visiones, con diferentes ideales y decir que todo es ruido es tachar muy banalmente un mundo extenso y complejo. Un mundo en el que el negro, las largas cabelleras, las pulseras, los estoperoles, voces potentes, guitarras orgásmicas, veloces baterías, virtuosismo y la cerveza dictan la pauta. Heavy metal señores, heavy metal.

Nos vemos la próxima semana. |m|  

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